Una de las conquistas sociales más apreciadas por las
mujeres que aprecian las conquistas sociales es la de poder hablar tan
procazmente como los hombres que hablan procazmente. Al menos a juzgar por lo
que se oye. Ejemplo: tertulia de Carlos Herrera en la COPE. Sale a
colación una coplilla que dice no sé qué de una vieja y un viejo. A la señora
presente (y hasta entonces no me había percatado de que había una señora en la
tertulia) le falta tiempo para manifestar que la conoce; por supuesto, se ponen
a cantarla y la doña lo hace con visible entusiasmo.
Creo que aquel día salió de allí con sensación de plenitud.
Y sin tener ni idea de que a los varones presentes probablemente les hizo el
mismo efecto que verla cagando y con ojeras. Al menos a mí es lo que me pasa en
esos casos, y tengo comprobado que no soy ninguna especie rara, antes bien me
sucede con frecuencia constatar con disgusto que tengo tendencias muy
adocenadas en casi todo. Otra cuestión es que la corrección política (y ya se
sabe que la igualdad a ultranza es su mandamiento principal) impida manifestar
estas cosas.