02 octubre 2016

Damas soeces


Una de las conquistas sociales más apreciadas por las mujeres que aprecian las conquistas sociales es la de poder hablar tan procazmente como los hombres que hablan procazmente. Al menos a juzgar por lo que se oye. Ejemplo: tertulia de Carlos Herrera en la COPE. Sale a colación una coplilla que dice no sé qué de una vieja y un viejo. A la señora presente (y hasta entonces no me había percatado de que había una señora en la tertulia) le falta tiempo para manifestar que la conoce; por supuesto, se ponen a cantarla y la doña lo hace con visible entusiasmo.

Creo que aquel día salió de allí con sensación de plenitud. Y sin tener ni idea de que a los varones presentes probablemente les hizo el mismo efecto que verla cagando y con ojeras. Al menos a mí es lo que me pasa en esos casos, y tengo comprobado que no soy ninguna especie rara, antes bien me sucede con frecuencia constatar con disgusto que tengo tendencias muy adocenadas en casi todo. Otra cuestión es que la corrección política (y ya se sabe que la igualdad a ultranza es su mandamiento principal) impida manifestar estas cosas.