Una de "menosprecio de corte y alabanza de aldea",
marca de la casa. Solo que aquí Pereda se centra más en la corte:
de hecho, la novela se desarrolla en su mayor parte en Madrid. El tal Pedro es
un jovencito montañés que un día conoce a unos veraneantes (como diríamos hoy)
de alto copete que le prometen un buen empleo en la capital, más alto que sus
pequeñas ambiciones de sustituir a unos paisanos malquistos en la
administración de las cosas del pueblo. Pero una vez allí, el gran señor, que
resulta ser un ministro o al menos alto cargo en el gobierno, con fama de
corrupto, no hace sino dar largas a nuestro hombre, hasta que a este le llega
la oportunidad de medrar en el gran mundo por otra vía: la de dirigir un
periódico progresista. Haciendo de la necesidad ideología, acaba convertido en
uno de los líderes de la revolución liberal de 1854.
Como cabe esperar, Pedro es una víctima de las vanas
ambiciones de la cortesanía y Pereda no deja de ridiculizar costumbres
como los bailes de salón ("pasatiempo más propio de salvajes que de
hombres cultos que se estiman en algo"), las cursiladas literarias (en el
álbum de una dama "había estrofas en forma de cáliz, de guitarra, de
cruz... sonetos encerrados en orlas de pichones con guirnaldas en el pico...")
o los saraos interminables en casa de la gente guapa. Hay retratos
intemporales, como el de las masas que nutren las algaradas ("abundaban
las mujeres de rompe y rasga, y... los hombres de mala catadura; castas que
parecen nacidas para estas cosas, porque nunca se las ve más que en los
motines"; o escraches, podríamos añadir) o los políticos con dos
caras: "Mire usted: mi padre es el mejor de los hombres en su familia, en
los pasillos del teatro, en su pueblo de usted..., en todas partes menos en el
sillón de su despacho oficial, y donde quiera que ejerza de político
entre los suyos. En estos casos se transfigura y pierde la memoria de las cosas
sencillas y ordinarias del mundo, porque lo posee de pies a cabeza el demonio
del imperio con todas sus durezas y vanidades. Es una enfermedad propia de las
gentes del oficio, y no tiene cura..."
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