En esta clase de conversaciones iniciales –en estas y en
general en todas las conversaciones—no se emiten más que flatus vocis,
no se formulan más que desencajadas e incoherentes trivialidades. Si cada noche
en el momento de ir a dormir tuviéramos la fuerza y la osadía para recordar lo
que hemos dicho durante el día, quedaríamos asustados de la cantidad de
estupideces inútiles, gratuitas, generalmente malévolas, a menudo malignas, que
durante las últimas horas hemos pronunciado.
La observación en este caso es del narrador de La calle estrecha, de Josep Pla (capítulo XVII)