Esto es una mujer tan seria que se llama Sacramento, y un
administrador tan adusto y grave que se hace retratar con gola y quevedos. Y
van y llegan el hijo de la señora, tenido por tarambana incurable, y una
sobrina llamada Consolación que lo es en efecto para el que la mira o la
escucha, por su vitalidad y su alegría. En fin, la trama es que el hijo y la
sobrina a la par van a dar al traste con la gravedad que impera en aquella
casa, confundida casi con el luto perpetuo a cuenta de la devoción y la decencia.
Con decirles que la niña se permite ir a una boda de gitanos, tan libres
ellos... (También es condena que libre significara para muchos
"frívolo") Y la moraleja es la que los señores devotos deben
aprender: que el genio alegre no es contradictorio con las buenas
costumbres, sino que es su garantía de autenticidad, por así decirlo. Algo se
exageran los términos, claro, pero estamos en el teatro. La alegría se asocia
quizá en exceso a la zumba y la castañuela y Consolación es una joven que no ha
sido zarandeada por la vida y puede permitirse unas efusiones líricas que le
salen solas. Pero estamos con los Quintero. Y todo es previsible y nada
se sale de los cánones, tampoco los sirvientes al estilo clásico, con su gracia
y su sal.