26 agosto 2016

Como quien luce un traje

La dignidad de un mayordomo está profundamente relacionada con su capacidad de ser fiel a la profesión que representa. El mayordomo mediocre, ante la menor provocación, antepondrá su persona a la profesión. Para estos individuos ser mayordomo es como interpretar un papel, y al menor tropiezo o a la más mínima provocación dejan caer la máscara para mostrar al actor que llevan dentro. Los grandes mayordomos adquieren esta grandeza en virtud de su talento para vivir su profesión con todas sus consecuencias, y nunca les veremos tambalearse por acontecimientos externos, por sorprendentes, alarmantes o denigrantes que sean. Lucirán su profesionalidad como luce un traje un caballero respetable, es decir, nunca permitirán que las circunstancias o la canalla se lo quiten en público. Y se despojarán de su atuendo sólo cuando ellos así lo decidan y, en cualquier caso, nunca en medio de la gente. Como digo, es una cuestión de “dignidad”.

Stevens, en Los restos del día, de Kazuo Ishiguro

Ojo, que tiene tanto una lectura positiva como negativa. Yo no diría que la profesión deba anular la “personalidad”. Si acaso, que se imponga sobre las debilidades humanas.

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