He recuperado a Bernard Samson tras años, no sé decir
cuantos, de haberlo abandonado, quizá por hartazgo de aquellos personajes y de
los enredos del departamento de inteligencia británico. No en vano me leí casi
seguidos los tres volúmenes de la trilogía "Juego, set y partido",
que es de lo mejor que se ha escrito en el género del espionaje, y a poco
empecé la nueva trilogía, "Anzuelo, sedal y plomo", pero la dejé en
el anzuelo. Tal vez influyó en ello el hecho de que cayera el muro y se acabase
la guerra fría, con lo cual el incentivo del contacto con la realidad se vino a
esfumar. Pero creo que se trató más bien de empacho.
De hecho, en Sedal para espías no te encuentras nada
nuevo, pero sigue funcionando el atractivo de los manejos de espías y
contraespías, con esa mezcla de realismo y azares aventureros que caracteriza
al género desde John Le Carré. Len Deighton da más cancha también
a las relaciones familiares y humanas en general, de modo que los dolores y
gozos de los personajes, delineados sobre todo a través del diálogo, terminan
de dar volumen a la trama. Te encuentras a viejos conocidos que sin embargo se
complacen en revelar nuevas caras, salen conejos de la chistera, o mejor dicho
serpientes, porque por supuesto la muerte está apostada en las esquinas... y
Bernard Samson, el hombre, no se cura de espanto ni decide ponerse a trabajar
de peón, tal vez porque ni eso asegura el pellejo de alguien que alguna vez ha
estado al servicio de Su Majestad Británica, que diría el otro.
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