26 noviembre 2017

La feria de las vanidades

“Novela sin héroe”, la subtitula Thackeray, y es cierto que nos hallamos ante una novela picaresca en cierto modo, con un protagonista poco escrupuloso como es esta Becky Sharp, arribista consumada con quien su creador no tiene piedad desde su posición de narrador testigo; no tiene piedad, ya que la ironía bien manejada es un proyectil mortífero.

En efecto, si algo distingue a La feria de las vanidades de otros productos de su época es el arte narrativo, la manera en que el narrador aparenta salvar la intención de sus personajes a la vez que deja bien claros sus móviles rastreros. No sé si será eso la flema británica. Hay héroes aquí, sí, si el héroe es la persona generosa y abnegada que representa el capitán (luego coronel) Dobbin y que queda efectivamente salvado sobre todos los demás; pero es algo así como el Levin de Ana Karenina, menos caracterizado que los malvados y que tiene solo la función de servir de contrapunto: no toda la humanidad está perdida.

Pero el título de la novela es expresivo con respecto a su intención. Estamos en el reino de qué dirán y de las apariencias, y el narrador no duda en ponerse del mismo lado cuando disculpa a su no-heroína: “No la reconoció; es posible que sufriese alguna afección a la vista”; o bien: “Contadas veces le veía o se acordaba de él su ejemplar madre”; o a otros personajes, “personas de educación exquisita, entretenidas en desollar a sus amigos en la forma más espiritual y deliciosa imaginable”. Y, en todo caso, no puedo dejar de preferir este reino de sepulcros blanqueados a esas novelas contemporáneas donde la podredumbre se exhibe como un traje de noche. Oh, aquel señor, “dignísimo morador de la feria de las vanidades, que acostumbraba a agraviar deliberadamente y de propósito a sus vecinos para tener luego la satisfacción de excusarse y pedir perdón. ¿Consecuencias de su sistema? El buen señor era idolatrado por todo el mundo; se decía de él que era de temperamento impetuoso, pero el más digno, el más honrado de los hombres”. Era un homenaje del vicio de la vanidad a la virtud de la humildad.


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25 noviembre 2017

"Tiempos modernos"

es un estupendo programa de Intereconomía (o era, porque no sé si se sigue emitiendo) que puede verse en el canal Intereconomiatube, de Youtube, claro. Píldoras de trece minutos sobre temas de historia contemporánea, y alguno de más allá, que a quien ande pez en la materia le pueden dar más que un barniz. Qué pena de la vocecita de meritoria que locuta el reportaje inicial, que lo hace como si estuviera emitiendo un anuncio publicitario y tiene un modo de pronunciar algunos nombres que da rubor (Combó y Cómpanis, sin ir más lejos, al hablar del nacionalismo catalán). Ya se ve que estamos en una cadena pobre.

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En Jot down, número 19, hablan de un irlandés que dice que “sus dos días favoritos del año son Navidad y verano” (David López, “Guinness is good for you”). Es inevitable recordar a los de Burgos, cuando dicen aquello de “este año el verano cayó en jueves”, y tal.

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Yo pensé que lo de autenticar era un palabro que vino de la mano de las nuevas tecnologías, así como indexar, o inicializar, y cosas así. Sin embargo, lo encuentro en el Martín Lutero de Ricardo García Villoslada, libro de 1973 (y es una edición antigua, de papel biblia). Es más, figura en el DRAE y lo hacen derivar del latín medieval authenticare. Uno nunca sabe.




18 noviembre 2017

Sun-Tzu: El arte de la guerra

Es cierto, es un pequeño código de conducta que puede aplicarse no solo a la estrategia guerrera, sino a todo lo que puede llamarse así por metáfora: negocios, deporte, o incluso la propia vida. Un ejercicio ascético, incluso, que puede nutrir hasta la oración, porque uno es cobarde o imprudente a la mínima que se descuida. De hecho podría ser también un tratado sobre la prudencia de gobernante. A Gracián le habría encantado.

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15 noviembre 2017

Valentías

Germán alaba la valentía de una mujer que “no tuvo inconveniente en afrontar la opinión de la sociedad”

Como Lucía –vuelve a pensar Marina– [...] Es un producto nítido de los tiempos actuales. Uno de esos ejemplares que confunden el cinismo con la valentía y que no sienten reparos en vender su porvenir por un placer eventual. Tal vez porque sabe con certeza que la sociedad no va a reprocharle su conducta. La sociedad ya no condena lo que siempre ha sido condenado: esa condena ha pasado a la historia. La sociedad, ahora, es la gran celestina de ese tipo de valentías.

En Mercedes Salisachs, Adagio confidencial


11 noviembre 2017

El caudillo expiatorio, El Corte Inglés, la guerra civil.

Comienzo a leer en Aceprensa una entrevista con un especialista en enseñanza de la Religión. Primera pregunta: "Desde hace ya décadas, en España, la asignatura de Religión es fuente de constantes polémicas... ¿Qué pasa?"

Respuesta: "Aún pesa demasiado lo que fue la enseñanza religiosa en los 40 años de la dictadura franquista..."

Dejo de leer.

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Paso junto a dos dependientes de El Corte Inglés, ella y él, bien trajeados como es la norma de la casa, charlando animadamente.

--Para eso no me compro un iphone, no me jodas...
--Es que si te vas a gastar mil pavos...

Pues no. No y no. Es como si llevasen los calzoncillos de sombrero, sin quitarse la corbata ni los afeites. Y alguien tendría que decírselo a los formadores de esta gente.

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Jiménez Lozano, al recibir una distinción eclesiástica: "... el arte en Castilla ha sido víctima de la desamortización, en algunas zonas de la guerra civil, y las más veces de la incuria".

Lo que me pregunto es el porqué de esa metonimia, "víctima de la guerra civil", como si las obras de arte se hubieran caído por sí solas al estruendo de los cañonazos. ¿Tanto cuesta mencionar a los autores del destrozo?


07 noviembre 2017

Ideas sobre la novela

Tenía curiosidad por este ensayo, que ha resultado brevísimo. Y, sin embargo, se le atribuye un gran potencial cara a la literatura española: habría sido el estímulo para una generación de autores que se lanzaron a poner en práctica las tesis de Ortega sobre lo que habría de ser la renovación de la novela. A esos autores, como Rosa Chacel, Francisco Umbral los llamaba “novelistas artificiales”. Es cierto que cuando te propones hacer algo con la novela en lugar de escribir una novela, dictada, se entiende, por tu propia inspiración, suelen salir churros. Por eso no me atrevo con los intentos “metafísicos” de Manuel García-Viñó, por ejemplo, aunque sí me guste frecuentar a Carlos Rojas y un poco a Andrés Bosch, que estaban en la misma empresa pero a los que veo más novelistas que teóricos.


Pero, en fin, lo que dice Umbral me mosquea, porque me gusta cómo escribe Rosa Chacel. No creo que ella, tampoco, escribiera por hacer realidad una teoría, o al menos principalmente por eso. La tesis principal de Ortega, ya se sabe, es que, agotados los argumentos, hay que potenciar la novela por medio de los otros ingredientes: personajes, ambientes, estructura... Pero el argumento ha de quedar siempre ahí, como un suelo que te permite hacer pie. La ausencia de argumento es lo que hace de En busca del tiempo perdido una narración paralítica, como dice el autor en una ocurrencia que es lo que más me gustó de todo el ensayo, como ya hice notar aquí


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05 noviembre 2017

Mariscos

Cuenta Rafael García Serrano que, durante la guerra civil, el locutor de una emisora roja de Bilbao le dijo a otro de Madrid que no se preocupase por las fuerzas gallegas que habían salido hacia Asturias, porque “en Galicia no hay más que mariscos, pero no hombres”. Y que los combatientes gallegos le tomaron la palabra y empezaron a lucir en su indumentaria siluetas de centollos, vieiras, langostas, etc. Pero también hubo quien quiso devolver la pelota y compuso la siguiente copla:

    Os que vimos de Galicia
    e que nos chaman mariscos,
    ¿cómo se chamarán eles
    que fuxen de risco en risco?

 (En Diccionario para un macuto, s. v. MARISCO)


03 noviembre 2017

Luri, islas, Barea

Oigo a Gregorio Luri presentar en Radio Nacional su último libro, Elogio de las familias sensatamente imperfectas. Dice la dedicatoria: “A Homer Simpson, que, aunque piensa que las soluciones a todo se hallan en la tele, cena con su familia sin televisión”. Promete. Pero tengo aún pendiente Mejor educados.

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Tardo unos ocho artículos en darme cuenta de que el número de junio de Jot Down tiene como tema monográfico las islas. Bueno, lo he ido leyendo muy espaciadamente. Un equipo de fútbol de Tonga, una pintoresca etnia panameña (porque Panamá tiene islas, al parecer), la isla que se inventó Carmen Martín Gaite, la “isla de mierda” en pleno Manhattan que se montaron dos chiflados con síndrome de Diógenes, magnificados por una novela publicada en 2009... y por la autora del artículo; islas de leprosos (Hawai, Filipinas) con los que solo los religiosos eran capaces de convivir... Como se ve, el tema puede ser estirado hasta el infinito. Y hay también islas en ese número, como una larga entrevista a un Rodrigo Fresán al que solo conocía de nombre y otra a un John Pinone que lo mismo. Por lo que llevo visto, la revista no escora ideológicamente hacia ningún lado, lo que es de agradecer.

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En las entrevistas, María Elvira Roca Barea tiene una cara amable que me descoloca un poco. Lees su libro y la imaginas como un agente que lleva a cabo fría y minuciosamente su misión de desmontar la imponente maquinaria de la leyenda negra, como un James Bond cualquiera. Me encanta que su libro se haya colocado entre los top 10. Espero que todo el que lo ha comprado lo lea. Y que se traduzca cuanto antes al inglés, al francés y al alemán.



01 noviembre 2017

Nietzsche en España, 1890-1970

Nietzsche en España es una de esas obras de toda una vida, que lleva años de dedicación, a la que se vuelve de vez en cuando para corregirla o ampliarla y que queda asociada mentalmente al nombre de su autor, en este caso Gonzalo Sobejano. Las últimas ediciones llevan añadido al título las fechas 1890-1970, pero si algo apreciamos en el libro es que la influencia de Nietzsche fue decayendo a medida que avanzaba el siglo, pues el análisis de los años de posguerra dista mucho en su extensión del dedicado a las primeras generaciones del siglo XX, mucho mayor.

En este sentido, nos damos cuenta de que los autores modernistas, o del 98, o como quiera llamárseles, eran gente mucho más de su tiempo que los posteriores, puesto que se dejaron animar por un autor prácticamente contemporáneo, mientras que los intelectuales de posguerra volvieron a Marx y a sus variantes. Otra cuestión es que todos entendieran lo mismo en el creador de Zaratustra, tipo peligroso donde los haya cuando deja de entendérsele como un gran poeta romántico. De hecho un tal Salvador Canals “desaconsejaba la lectura fragmentaria de Nietzsche porque ‘espíritus impresionables y sin solidez’ pueden hallar en tal o cual fragmento impulsos para todo”. No sabía qué razón tenía, aunque pueda discutirse si Hitler era un “espíritu impresionable y sin solidez”.


De hecho Sobejano analiza con todo pormenor lo que vieron en Nietzsche cada uno de los autores analizados, que son muchos, y que dependía, como los ciegos con el elefante, de la parte que hubieran tocado, puesto que la obra del alemán es amplia y se iba publicando en España aleatoriamente. Sobejano nos muestra también las diferencias de traducción, que a veces pueden hacer decir al autor una cosa y su contraria. El hecho es que los autores del 98 hicieron una lectura de Nietzsche en clave anarquizante e individualista, mientras que los de la generación del 14 destacaron más el aristocratismo patente en el filósofo de la voluntad de poder. Hubo entusiasmos juveniles y análisis lúcidos, y Sobejano ofrece una profusión de citas y de bibliografía realmente abrumadora.

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29 octubre 2017

El inquisidor Bocanegra

Es un personaje de El capitán Alatriste, un tipo siniestro con aspecto de Fu-Manchú capaz de helar el aire cuando menciona al Santo Tribunal de la Inquisición y que hace su aparición espectral, diríase que imitada de la de su homólogo del Don Carlos de Schiller, para encargar al protagonista un par de magnicidios. Sin embargo, leemos en María Elvira Roca Barea que el hecho en que se basa la novela

...sucedió en 1623, y en este momento había naturalmente un presidente del Santo Oficio. Hay que buscarlo debajo de las piedras para encontrarlo, pero no es imposible dar con él. Su presencia hubiera destrozado por completo cualquier complot fanático o tenebroso. Don Andrés Pacheco de Cárdenas era extremeño y franciscano, no dominico. Doctor en Teología por la Universidad de Salamanca, dedicó su vida al estudio y la caridad. Su gran cultura y conocimiento de lenguas hicieron que Felipe II lo nombrara preceptor de su sobrino Alberto de Austria, quien más tarde sería soberano de los Países Bajos desde 1598. Después fue obispo de Cuenca, donde se destacó por su empeño en mejorar las condiciones de vida de los más humildes: “Singular prelado por su rara virtud y santidad y por la eminencia de letras... En tiempo que gobernava aquella sede no supieron los pobres que avia falta de frutos en la tierra”. Murió con fama de santo y no consta que firmara una sola sentencia de muerte.

(En Imperiofobia y Leyenda negra, parte II, capítulo 6)

Si no hay que dejar que la verdad te estropee un buen reportaje, imagínense una novela...







07 octubre 2017

Solaris

Dice Jesús Palacios en la introducción que la historia de la ciencia-ficción ha puesto de manifiesto nuestra incapacidad por imaginar vidas extraterrestres, ya que lo que hace la ciencia-ficción es no es sino volver sobre nosotros mismos, bajo las apariencias que sean. Y lo dice incluyendo a Solaris, aunque quizá sea esta novela de Stanislaw Lem una de las que más se hayan acercado a pensar algo diferente. En efecto, el intento de Lem resulta subyugante: poco después de la misteriosa entrada en escena del narrador y su compañero de trabajo aquel nos revela el objeto de su investigación, ese planeta Solaris que ha dado lugar a una nueva ciencia, la solarística; ese planeta cubierto en su mayor parte por un mar de materia orgánica a la que costó atreverse a calificar de viva. Un ente capaz de jugar con los seres humanos produciendo copias autoconscientes de otros humanos ya difuntos y escenarios de todo orden sin que se sepa con qué finalidad o si acaso la hay. La narración avanza con la frialdad de un informe aunque nos deje entrever el terror existencial del narrador y del resto de personajes. La pregunta por el origen está ahí, por supuesto, formulada en términos parecidos a los de Clarke en 2001 odisea espacial, es decir, como posibilidad de que el ser humano sea el juguete de una inteligencia extraterrestre cuya forma y características ni siquiera sospechamos.   

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30 septiembre 2017

Esperando a Godot

No lo he leído: lo he visto en una versión que hizo TVE en 1978, año en que todavía emitía teatro. Al fin y al cabo, el teatro es para verlo, y las nuevas tecnologías te dan esta posibilidad.


Si lo que quería transmitir Beckett era hastío y desesperación, conmigo lo ha conseguido. Afortunadamente, el ser humano no es así. Alguien me explicó que la obra trata de una espera sin esperanza, y este juego de palabras es posible en español, pero no en el original francés, donde la espera es attendre y la esperanza es espèrer. Así que no sé si fue esa la intención del autor. Estos personajes están más alienados que desesperados, aunque al final intenten el suicidio. Bloqueados en la espera de alguien que no se define (y que no es Dios, no solo porque el autor dijera que no lo es, sino porque a Dios se le menciona como tal sin relación con Godot), son insensibles ante la injusticia y la crueldad, representadas por el tipo que pasa por allí llevando a otro atado a una cuerda y totalmente sometido a sus caprichos. Su situación es patética, realmente, y pide del espectador un aguante fenomenal. Menos mal que los dos actores son buenos. En otras manos esto sería insoportable.


24 septiembre 2017

Esas milicianas de los pósters

George Orwell habla de la columna de milicianos a la que se ha unido.

Éramos unos mil hombres y una veintena de mujeres, aparte de las esposas de milicianos que se encargaban de cocinar. Todavía quedaban algunas milicianas, pero no muchas. En las primeras batallas pareció natural que lucharan junto a los hombres; siempre sucede eso en tiempos de revolución. Pero las ideas ya habían empezado a cambiar. A los milicianos les estaba prohibido acercarse a la escuela de equitación mientras las mujeres se ejercitaban, porque se reían y burlaban de ellas.

En Homenaje a Cataluña, capitulo 1.


17 septiembre 2017

Crónicas marcianas

En Crónicas marcianas somos los terrestres los que invadimos Marte, contrariamente a la mitología creada por H. G. Wells y difundida luego por tantas películas, tebeos y demás. Y es una colonización en apariencia pacífica y progresiva. Digo en apariencia porque la narración de Ray Bradbury es bastante elusiva, nos deja a los lectores que adivinemos en gran parte lo que sucede, sorprendiéndonos a cada tramo con una situación nueva y extraña.

Es en realidad una sola crónica (“Crónica de la colonización de Marte”, podría titularse), aunque la primera impresión es, en efecto, de fragmentarismo. Empezando por ese “verano del cohete” que venía en mi antología de Temas para leer de la EGB, que te deja en la bruma del misterio, más aún cuando pasas página y te encuentras ya a dos marcianitos, venerables marcianitos de cierta edad, con su rutina hogareña. Bien es cierto que se hallan rodeados de un extraño paisaje, usan extrañas herramientas y lucen un color amarillo, y parecen esperar algo con inquietud contenida. Hasta que llegamos... y el señor sale en nuestra busca y...

Luego un segundo cohete, y un tercero, y más aún. Y aquí una marcianita que se parece terriblemente a nuestra abuela difunta, y aquí unos aguerridos astronautas que solo encuentran el desierto, y luego toda clase de especies humanas que salen para Marte como antaño a las Indias, y... mira en el arroyo, hija, y verás un marciano.

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13 septiembre 2017

Se expone literariamente al fracaso...

...al tomar la historia evangélica: una referencia demasiado poderosa para admitir traslaciones y reencarnaciones literarias.

Gracias, José María Valverde*.
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*Comentando Una fábula, de William Faulkner, en Historia de la literatura universal





09 septiembre 2017

Una pequeña ciudad de Alemania

La atmósfera de Bonn en esta novela es más bien opresiva: “era una casa oscura en la que alguien había muerto... Parecía que todos los habitantes de la ciudad, salvo los policías, hubieran huido después de oír la voz de alarma”. Bonn es casi sólo el cuartel general de estos funcionarios que no demasiado alegremente se encargan de mantener el tinglado de la guerra fría. John Le Carré casi nunca nos informa de su cargo, solo deja que lo adivinemos tras el nombre y el apellido, lo que no deja de ser una manera de humanizarlos en un contexto en que tenderíamos a pensar que no son más que piezas de ajedrez. Como de costumbre, son tipos a los que no elegiríamos para ir de juerga, más bien hastiados, eficaces como máquinas pero terriblemente frágiles en su humanidad. “Aquellos que tenían la costumbre de saludarse, lo hicieron; los demás se sentaron sin hablar en las sillas...”

La trama consiste en la investigación llevada a cabo por un tal Turner acerca de un tal Harting, que se ha largado con algo, como de costumbre. El factor humano, como en Graham Greene, se hace también presente a medida que se revelan los manejos y las motivaciones de Harting, pero no solo en este, sino también en los demás. Lo de menos es el miedo a una resurrección del nazismo, tan persistente en Europa desde la posguerra hasta acá (el miedo, no el nazismo). Hay, en efecto, un Karfeld que se está haciendo con la voluntad de muchos alemanes tocando la fibra patriótica y que al final, por supuesto, está relacionado con la investigación. Curiosamente, es un líder que se parece más a los actuales identitarios que a los nazis que acababa de conocer Europa (y cuya reaparición en aquel contexto era impensable, claro).


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01 agosto 2017

Premio Dedal

Así, al parecer, llamaban en La Codorniz al premio Nadal, por ser muchas las mujeres que lo habían ganado. La ocurrencia podría costarles hoy el secuestro de la publicación, como en sus mejores tiempos. Pero a Francisco Umbral le hacía gracia:

Esta generación [primera de posguerra] se caracteriza por su literatura realista (contra el “idealismo” de la prosa y la poesía oficial), luego socialrealista, y, como mal menor, por un provincianismo, un escribir “entre visillos” (de hogar burgués o de casa de p...), que explica bien la aparición de tanta literatura femenina, en su mayoría mediocre y llena de “ascuas de oro”, entre las autoras de la época y las ganadoras del Premio Nadal, que La Codorniz llegó a titular “Premio Dedal”, como se dice en otra entrada de este libro.

(En Diccionario de Literatura, s. v. “Generaciones”. Puntos suspensivos míos.)

Con el paraguas del antifranquismo da gusto, a que sí.








26 julio 2017

Responda el Estado, no yo

Interesante reflexión del rabino Jonathan Sacks, que explica bien muchas actitudes actuales.

Me llevó años dilucidar lo que había pasado [para que en Occidente se perdiera la conciencia de una responsabilidad moral personal]. La moralidad se había dividido en dos y se había externalizado a otras instituciones. Estaban las elecciones morales por un lado y las consecuencias de las elecciones morales por otro. La propia moralidad se había externalizado al mercado. El mercado nos proporciona elecciones, y la propia moralidad solo es un conjunto de elecciones donde lo que está bien o lo que está mal no significa nada más allá de la satisfacción o la frustración de un deseo. El resultado es que cada vez nos resulta más complicado entender por qué puede haber cosas que queremos hacer, que nos podemos permitir hacer, que tenemos derecho legal a hacer y que sin embargo no deberíamos hacer porque son injustas o deshonrosas o desleales o humillantes: en una palabra, poco éticas. La ética se había reducido a la economía.

En lo que respecta a las consecuencias de nuestras acciones, estas se habían externalizado al Estado. Las malas elecciones conducen a malos resultados: relaciones fallidas, niños descuidados, depresiones, vidas desperdiciadas. Pero el gobierno se encargaría de ello. Olvídese del matrimonio y del vínculo sagrado entre marido y mujer. Olvídese de que los niños necesitan un entorno humano de amor y seguridad. Olvídese de que necesitamos que las comunidades nos den apoyo en tiempo de necesidad. El bienestar se había externalizado al Estado. En cuanto a la conciencia, que antaño desempeñaba un papel tan importante en la vida moral, se podía externalizar a los organismos reguladores. De esta forma, al haber reducido las elecciones morales a una cuestión económica, habíamos transferido las consecuencias de nuestras acciones a la política.

(En Cuadernos de pensamiento político, 52)



24 julio 2017

Goldfinger

Es la única novela de James Bond* que he leído, y no tiene ni de lejos el atractivo de las películas, que es ante todo visual, como es sabido. A juzgar por lo que se ve en la tienda Kindle, casi nadie las lee hoy tampoco.

Aquí 007 se enfrenta a uno de esos villanos tan estrafalarios que casi no son humanos y por eso importa poco hacerlos pedacitos al final. Un obseso del oro, agorafóbico, que tiene la costumbre de pintar de dorado a sus amantes para hacerse la ilusión de que posee al precioso metal... y la exquisita idea de matar a una secretaria sospechosa pintándola hasta el último poro. Tuve que saltarme todo un capítulo, o más (cosa que no me gusta hacer), donde Fleming se dedica a narrar pormenorizadamente el partido de golf que disputan Bond y Goldfinger. La cosa es que Goldfinger quiere desvalijar Fort Knox y 007 mantiene con él el típico juego del ratón y el gato con escenarios a lo grande y chicas malas y glamurosas.

* ”...estaba sentado en el ultimo saloncito de espera del aeropuerto de Miami, meditando sobre la vida y la muerte. Matar formaba parte de su profesión. Nunca le había gustado hacerlo; cuando tenía que eliminar a alguien, lo hacía lo mejor posible, y enseguida se olvidaba de ello. Como agente secreto a quien se le había concedido el raro prefijo del doble 0 –que en el Servicio Secreto significaba licencia para matar–, tenía el deber de mirar la muerte con la misma frialdad que un cirujano.” Como se ve, nada fuera del alcance de Lou Carrigan o de alguno de estos autores de historietas de kiosco.


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19 julio 2017

"Novela paralítica"

Así llama Ortega* a En busca del tiempo perdido. Mola, ¿eh?


*Ideas sobre la novela, final del capítulo “Acción y contemplación”