Una sociedad no puede organizarse ni mantenerse en la realidad legalizando todo tipo de uniones a voluntad de las orientaciones subjetivas de los individuos y de las inclinaciones sexuales de cada uno. No le toca a la ley legitimar tendencias confiriendo derechos cuando a menudo lo que los individuos piden es ser reconocidos en su personalidad porque tienen dificultad para aceptarse.
Tony Anatrella, La diferencia prohibida. Negrita mía.
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