"En una de las casas más antiguas de la orilla derecha
del río, primer piso, vivían los Alvear". Esta sencillez del arranque se
mantiene a lo largo de las casi ochocientas paginas y es una de las claves del
éxito de esta novela. La vieja técnica de superponer una peripecia familiar
sobre el telón de la historia, la de Guerra y paz, por ejemplo, le
funcionó a Gironella maravillosamente.
Cuentan que Juan Pablo II dijo "así fue" ante La
Pasión de Mel Gibson, y que un veterano de Normandía dijo algo
parecido al ver Salvar al soldado Ryan. No sería extraño que muchos
aseguraran lo mismo al leer Los cipreses y que eso fuese otro
ingrediente de éxito. Sólo veinte años habían pasado desde todo aquello y era
la primera vez que alguien se decidía a recrearlo novelísticamente de modo tan
exhaustivo. Mientras siga recordándose a Gironella y a su obra se
discutirá acerca de su objetividad, pero es difícil hallar, me parece, un
esfuerzo mayor, dentro del género narrativo, en busca de ese límite
inalcanzable. Los de derechas tienen defectos, los tienen los rojos, hay santos
e idealistas en todo el espectro político, tan bien evocado por el autor.
Sucede que este, qué le vamos a hacer, ambienta su obra en su Gerona natal,
donde tocó represión roja. El final de la obra es lo que más puede
molestar a un lector de izquierdas, pero, como íbamos diciendo, "así
fue".
Hay una gloria y una miseria de la novela histórica, y esta
participa más de la gloria, en el sentido de que aclara más que deforma. La
recomiendo sin dudar a todo el que quiera asomarse al cóctel de pasiones que
acabó estallando en julio del 36.
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