El principio es mucho más interesante que el final.
En el libro, por supuesto. Nunca podrá asegurarse que fue más importante la
contribución de Juan Pablo II a la caída del comunismo soviético que su
encarnación de Cristo sufriente en una época en que el humo de
Satanás (que llega a muchos más sitios que el rabo o los cuernos) había
entrado en la Iglesia. Sucede que el final ya nos lo sabíamos. Hemos sido
testigos incluso, en más de una ocasión, pues no en vano, como se repite aquí, Juan
Pablo II fue la persona a la que vio más gente en todo el mundo. George
Weigel divide su segunda biografía del Papa Juan Pablo en dos
partes, esas que promete en el título. Y la primera narra en detalle cómo el
pontífice llevó a cabo su labor de zapa en el flanco más vulnerable del
comunismo soviético, es decir, su propia patria, Polonia. Esto, ya digo,
constituye la parte más sabrosa del volumen, no sólo por los abundantes datos
documentales, sino porque muestra cómo la gracia actúa mejor sobre una
naturaleza humanamente fuerte, cómo las innegables virtudes humanas de Karol
Wojtyla fueron potenciadas hasta niveles inimaginables por su docilidad a
la acción divina, hasta el punto, como dice la portada, de "cambiar el
curso de la historia", a despecho de la política seguida por el Vaticano
hasta entonces, su particular ostpolitik, ejemplo vivo de conformismo, o
de optimismo bien informado, al menos tal como nos la presenta aquí Weigel.
Lo más interesante, quizá, esté aún por llegar. Me refiero al santo que echará
abajo al enemigo que ha quedado al otro lado del telón.