Poza ama a la humanidad y, enamorado de sí mismo, se
entusiasma con sus acciones, que han de servir a la dicha de la humanidad.
Evidentemente ama también a su amigo Carlos, pero lo ama como un representante
del todo: "En el alma de mi Carlos creo un paraíso para millones"
(verso 4257 y sigs.). El amor a la humanidad se traga el amor al individuo y así
el marqués cae en el fatal defecto de "atentar contra la libertad ajena,
descuidar el respeto a los derechos de otros y ejercer no pocas veces un
despotismo muy arbitrario" (II, 261).
Rüdiger Safranski, Schiller o la invención del idealismo alemán
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