Yevgueni Zamiatin escribió en Nosotros (1921) la primera de
esas pesadillas que prevén un fin totalitario de la historia. La suya llegó,
como la soviética a la que parodiaba, tras una revolución.
-¡Es una locura! No tiene pies ni cabeza. ¿No veis que
estáis preparando una revolución?
-Sí, una revolución. ¿Por qué no tiene ni pies ni cabeza?
-Porque no puede haber revolución. Porque nuestra revolución
fue la última y no puede haber otra. Todo el mundo lo sabe...
Vi esbozarse el triángulo irónico y agudo de sus cejas:
-Querido amigo, eres matemático, eres además filósofo
matemático; dime cuál es la última cifra.
-¿Cómo? No te entiendo, ¿qué ultima cifra?
-Pues la de encima, la última, la mayor...
-Pero, I, es absurdo. El número de cifras es indefinido, no
puede existir una última cifra.
-Entonces, ¿por qué hablas de última revolución? No hay última
revolución, el número de revoluciones es siempre infinito. El último es para
los niños: el infinito les asusta y tienen que dormir tranquilamente por la
noche...
-Pero ¿qué sentido tiene, en nombre del Bienhechor? ¿Qué
sentido tiene si todo el mundo es feliz?
-De acuerdo, pero ¿después?
-Es ridículo, es una cuestión pueril. Cuéntale un cuento a
un niño, díselo todo y te preguntará: "¿Y qué pasó después? ¿Por qué?"
-Los niños son los únicos filósofos valientes. Y los
filósofos atrevidos son obligatoriamente niños. Hay que ser como los niños,
siempre hay que preguntar: "¿Qué pasa después?"