01 octubre 2012

La enseñanza en España o La tina de la colada

Cuando era chico vi en la televisión un sainete titulado La tina de la colada. Se trataba, me parece, de espabilar a un mozo gandul entregándole un pergamino con una lista de tareas a las que debía de atenerse estrictamente, sin pensar en hacer otra cosa ni omitir ninguna. La gracia está en que su hermana mayor se cae un día en una enorme tina de la que le resulta imposible salir sin ayuda. Llama al mozo pero este arguye: “eso no está en mi pergamino”, y no hay manera de sacarlo de ahí. Naturalmente, hay que hacer un anexo en el pergamino para que el chaval se digne socorrer a su hermana.

Algo así sucede en la profesión docente. Desde que desembarcó en España la pedagogía progresista, los profesores hemos sufrido humillaciones sin cuento a cargo de la burocracia instalada en la administración educativa. No voy a hablar del desarme unilateral frente a la indisciplina en las aulas, porque para qué más. Quiero referirme aquí a otra cosa: hemos pasado de ser maestros a ejercer de funcionarios que hacen cumplir el pergamino. El nuestro no se llama así, se llama programación didáctica, porque ya sabemos lo aficionada que es esta casta al circunloquio. Páginas y páginas de fárrago que coinciden en su mayor parte con el currículo o plan de estudios, lo que las hace redundantes y enteramente prescindibles, como se ve en el caso finlandés, donde no existen (y tampoco la función inspectora, todo hay que decirlo. Recordemos que Finlandia suele ocupar los primeros puestos en calidad educativa; del que ocupa España no hablo por mero pudor). El caso es que todo, todo y todo lo que vayas a llevar a la práctica en el aula debe figurar en el pergamino, y pobre de ti si no es así. Si suspendes a un aspirante a bachiller y este alega que entregar el examen a boli o distinguir las mayúsculas de las minúsculas “no está en el pergamino”, el alumno compartirá título con los que han echado horas de estudio en su casa para conseguirlo, aunque no sepa colocar un paréntesis y entienda malamente lo que escribe. Y tú serás desacreditado por tus propios superiores desde el anonimato, kafkianamente, sin consideración. Aunque seas el profesor Holland redivivo.

Por eso me pone triste ver a mis colegas salir a la calle para protestar porque les acortan la ración. Están en su derecho y quizá yo hiciese lo mismo en otras circunstancias. Pero, por lo que a mí respecta, no quiero dinero. Exijo lo que es nuestro, lo que nos pertenece desde antes de que se inventaran las pagas extras. Un rearme moral del profesorado. Ya.

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