18 noviembre 2012

Religión, política, guerra


Rüdiger Safranski explica la Historia de la Guerra de los Treinta Años de Schiller.

Con la Guerra de los Treinta Años una nueva pasión entra en el escenario de la política: el entusiasmo religioso... Con ello cambia fundamentalmente la relación normal de las masas con la política. Hasta ese momento la política les resultaba indiferente y temible. La acataban como un poder natural, mayormente como sacrificio y como un objeto. Ahora la política se convierte en un asunto del corazón, precisamente porque ha pasado a ser un asunto religioso. Sin embargo, eso no es así para los príncipes, que siguen considerando la religión como un medio manipulable, sino para el pueblo.

Y ahora, Schiller:

En aras del Estado, en aras del interés de los príncipes se habrían armado voluntariamente unos pocos pobres; a favor de la religión tomaron las armas con alegría el comerciante, el artista, el labrador. Si se tratara del Estado o del príncipe, todo el mundo habría procurado eludir la más pequeña contribución extraordinaria; al servicio de la religión se sacrificaron los bienes y la sangre, todas las esperanzas terrenales.

Tanto el Papa como los ateos encuentran deplorable que se tomen las armas por la religión: y lo es, pero sólo después de Cristo: hasta Él, sería difícil encontrar otra religión que considerase inviolable toda vida humana.

Ahora bien, si es deplorable, no es incomprensible. Se mata por dinero, por amor, por honor, por odio. Cuanto más nos importe una cosa más comprensible es que se mate por ella, así como que se dé la vida por ella. Quizá nada importe más que la cuestión de nuestro destino eterno, de nuestra razón de existir. Quien mata por Cristo, pues, actúa de un modo natural; natural, pero no cristiano, no sobrenatural. Puede matar por Cristo, pero no desde o en Cristo.

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