26 febrero 2008

La decadencia de la mentira


Tarde o temprano tenía Oscar Wilde que dar rienda suelta a su sentir en cuestión de estética, y lo hizo a su manera: con brillantez, con desenfado, y artísticamente. La decadencia de la mentira inaugura nada menos que el "ensayo dentro del ensayo", por decirlo de algún modo y en paralelo con lo del teatro dentro del teatro, y tal. El caso es que, en ochenta y dos sencillas páginas, nos expone un diálogo entre Vivian y Cyril en que el primero hace partícipe al segundo de que ha escrito un ensayo con el título antedicho. Mientras conversan, Vivian lee fragmentos del artículo y comentan sus implicaciones. Wilde, por boca de su personaje, defiende la tesis de que la vida imita al arte y no al revés. Todo su parlamento rezuma el hastío propio de los modernistas ante la vida y la existencia vulgar y cotidiana. Su rechazo al realismo es rechazo de esa existencia y refugio en el arte como un mundo superior. En una ocasión llega a utilizar el término romanticismo para esta actitud, pero tampoco es un romanticismo en estado puro, pues la naturaleza no le interesa. Ante un asombrado Cyril, Vivian llega a sostener que la naturaleza también imita al arte: las nieblas, las sombras de los árboles en los ríos, no existieron hasta que no las vieron los impresionistas. El auténtico creador es, pues, el mentiroso, el que se evade de lo real. "Vamos a contar mentiras", pues. Tampoco podía Wilde encontrar mejor manera de mostrar sus opiniones que escandalizando a los moralistas.


Nota redactada en julio del 2001.