Que la obra exalta a los tercios españoles es cierto. Que
hay un verso que dice rotundamente “tú eres la libertad, y ellos España”,
también. De lo cual deduzco que Marquina
quiere que asistamos al choque entre dos sistemas de valores, el antiguo y el
moderno; el que pone por delante las libertades civiles y el que se basa en la
hidalguía y el honor (“España y yo somos así, señora”, es otro rotundo verso,
más famoso que el otro, por cierto). El matrimonio entre el español don Diego y
la flamenca Magdalena vendría a ser una apuesta por la conciliación de ambos
mundos.
Aparte de esto, Marquina
maneja bien el conflicto dramático que se da en unos personajes sujetos a la
vez al deber patriótico y a los lazos familiares. Y no me resultan antipáticas
esas “cataratas de versos”, que decía chuscamente don Fernando Lázaro refiriéndose no sé si a él o a Zorrilla. Por lo demás, están ausentes esas truculencias típicas
del teatro romántico y que sirvieron de pasto a Muñoz Seca con su Don Mendo.
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