09 septiembre 2023

Cartas a Tina

Plaza y Janés las publicó en volumen en 1967, al cuidado del poeta Jaime Ferrán, antes de que lo hiciera ya en nuestro siglo Áltera con el título original de Tina y la guerra grande. Salieron periódicamente como una serie de glosas, que son a Eugenio d´Ors como las greguerías a Ramón Gómez de la Serna, y tienen como motivo el estallido de la Primera Guerra Mundial, que preocupó hondamente a Xenius porque la entendió como una guerra civil europea.

Tina es una imaginaria niña de siete años que uno puede interpretar como le parezca, pero no cabe duda de que es símbolo de algo, tal vez de un nuevo renacimiento de Europa: una vida incipiente y frágil, amenazada por la guerra. Inmediatamente me recordó a la Rosa Krüger de Sánchez Mazas, por lo que comparten con la Beatriz dantesca: belleza caucásica impalpable, angelicalizada, preñada de simbolismo. Tina es alemana y pariente del yo elocutivo, que se dirige a ella como en una oración intercesora por su país y por la vecina Francia, en las que sigue contemplando el esplendor del Sacro Imperio. A diferencia de las donnas citadas, Tina tiene familia, entre la cual un hermano soldado, por lo que me recuerda también a la Natasha de Guerra y paz. Sin embargo, ella misma no suele aparecer más que como tú epistolar, sin realizar acciones, lo que acrecienta su carácter de ideal, de Europa Dulcinea, por parafrasear a García Nieto.

Solo en la otra vida está nuestra esperanza, está claro. Eugenio d´Ors estaba lejos de imaginar que, lejos del gran Camelot que él parecía soñar, al cabo de un siglo Europa estaría en manos de unos impresentables bufones empeñados en hacer tragar ruedas de molino a una ciudadanía de gordos infecundos. ¿Cómo consecuencia de aquella guerra? Quién sabe.

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