La novela, como es frecuente en Baroja, resulta deshilachada, es una sarta de aventuras de corta
duración y no demasiado espectaculares, unidas a la descripción de los mares y
las costas de extremo Oriente. A veces recuerda a los lances marinos de Pablo narrados en los Hechos. Embil,
como Chimista, es un tipo sin demasiados escrúpulos que sabe dominar a la
canalla que puebla aquellos puertos y tiene como único norte la aventura y la
búsqueda de fortuna. Chimista, sin embargo, sienta la cabeza en las últimas
partes de la narración, feliz en su matrimonio con una mujer inglesa.
Diría que la auténtica novela de aventuras está en la
primera parte, cuando Chimista y Embil han de enfrentarse al doctor Mackra, un
malote antropófago con algo de Fu-Manchú, que nunca se sabe si sobrevivió a la
última derrota. Chimista es “relámpago”,
al parecer, en vascuence (así lo decía Baroja,
que conste): ¿se sacó de aquí Víctor
Mora lo del Capitán Trueno?
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