Estas cosas encandilaban, al parecer, a las damas de la
corte en el siglo XV. Estas señoras, a las que se les negaba la educación y
todo eso, eran capaces de disfrutar con un estilo latinizante y enmarañado y
unos parlamentos donde “todo me pasa a mi” se dice así, por ejemplo:
¡Oh morada de desdichas! ¡Oh edificio de trabajos! ¿Qué es de ti?
¿Adónde estás, qué esperas?, pues claramente las señales presentes la perdición
por venir te manifiestan, y guarecer del mal que tienes no podrás, porque tus
ojos las escalas de tu fe en tan alto muro pusieron que antes tú caimiento que
subida de él esperas. El que más mal tendrá tú serás, y el que menos bien
espera tú eres.
Lo mejor de la obra es, sin duda, la serie de décimas que
Arnalte dedica a las siete angustias de Nuestra Señora. No sabía de esta
devoción de las siete angustias, y mira por donde me vengo a enterar por Diego de San Pedro del sentido del
título que se da en Valladolid a la Piedad de Gregorio Fernández sita en la iglesia de San Martín, “La quinta
angustia”. La cual es, al parecer, el momento de acoger la Madre en sus brazos
al Hijo tras bajarlo de la cruz.
__