Reúne este volumen de la editorial Cátedra (1990) diversos
artículos de
Fernando Lázaro Carreter.
Los cinco primeros, agrupados bajo el rótulo de “Poética”, se dedican a uno de
sus temas favoritos, el lenguaje del poema. “Poéticas” incluye unos trabajos sobre
la metáfora en
Ortega y Gasset (ese
“suplemento del brazo” o ese “fusil” que era para él dicha figura literaria) y
sobre los autores que se opusieron al realismo literario en torno a 1902 (
Unamuno,
Baroja,
Azorín), con un
artículo dedicado en particular a
Valle-Inclán.
Antonio Machado y
Jorge Guillén protagonizan el tercer
apartado, mientras que el ultimo, “Figuras”, lo constituyen sendos monográficos
sobre la metáfora impresionista y la aliteración.
Seguramente lo que más recuerde sean dos cosas: una, la
palabra catacresis, que al parecer
designa aquella metáfora que ha ingresado en el léxico del idioma (los ojos del puente, por ejemplo), y nada
que ver, por lo tanto, con la cataquesis
de mi viejo tendero. Otra, esa filigrana de Jorge Guillén de nunca rimar dos palabras pertenecientes a la misma
clase (dos nombres, dos adjetivos), en la que yo nunca había caído, claro. Don Fernando justifica ese alarde desde al
punto de vista de la poética, ya que, según él, la rima no es una cuestión
musical, sino de relacionar por vía subconsciente (este adjetivo lo pongo yo)
dos conceptos en principio sin nada que ver entre sí.
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