La muerte pone a prueba todas nuestras convicciones: es
fácil confiar en la resistencia de una cuerda cuando solo tiene que arrastrar
una caja con poco peso en su interior, pero si se trata de quedar suspendido de
ella sobre un precipicio… Es el ejemplo gráfico que resume todas las
incertidumbres ante la muerte de su esposa, que Lewis explaya ante el lector en un sorprendente ejercicio de
confesión pública. ¿Qué sentido tiene preguntar “dónde está ahora H. [Joy Gresham]”? ¿Está acaso en alguna
parte? Pero, inevitablemente, la muerte lleva a pensar en Dios, y si uno lo hace con serenidad y superando la ofuscación
causada por la pena, llega a la conclusión de que Dios es esperanza. Pero la esperanza pasa por aceptar que Dios es padre y que nosotros somos el
niño que tantas veces no entiende. “El amarillo es cuadrado o redondo? Lo más
probable es que la mitad de las cuestiones que planteamos, la mitad de nuestros
problemas teológicos y metafísicos, sean algo por el estilo”.
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