Se ha puesto mucho el acento en el carácter de crónica
social, o de novela histórica, en todo caso en el documentalismo de esta
novela. Yo creo que es igual de importante en ella el trazado de los
personajes, en especial, por supuesto, de Mariona y Joaquín. Llueve mucho sobre
mojado, es cierto, porque cuando acababa el siglo XIX eran ya todo un género
las novelas de cuernos, en concreto de justificación de cuernos, o al menos de
comprensión. Pero el cráter de la novela, el diálogo entre ambos cónyuges que culmina
en ruptura, me parece una gran pieza psicológica. Lo más difícil en estos casos
es penetrar en las razones de la mujer, porque el varón es siempre más
primario; al menos creo que lo ha sido en este tipo de historias. A lo mejor
está por llegar quien le haga justicia.
El caso es que Joaquín, creyendo arreglar las cosas, mete el
remo hasta la empuñadura cuando le dice a Mariona: "no te voy a exigir que
me quieras". Es justo lo que ella no quiere oír, lo que una mujer no
quiere oír. Es tanto como admitir que para él su matrimonio es como una parte más
de sus negocios, lo que ya había quedado bastante puesto de relieve a lo largo
de la novela, a pesar de que Joaquín hubiera llegado a estar, en efecto,
enamorado. Dentro de ese enamoramiento no entraba, en todo caso, el esfuerzo
por comprender a su mujer. En todo caso, es un personaje, el de Joaquín, muy
alejado del badanas de la película Un extraño en mi vida, que acabo de
ver, también muy sutil en el análisis del eros femenino.
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