Arranca esto en las cercanías de Roma, con Valentiniano de
emperador. Sí, pues, por medievales que sean los aspectos de los caballeros
británicos, el rey Arturo vivió en las postrimerías del Imperio por
antonomasia. Valiente va acompañado por Gawain y Tristán. Luego se separan y
tenemos las aventuras de Val en solitario por las islas griegas y por el
Oriente próximo: toda una odisea con un Ulises de 17-18 años tan sagaz y fuerte
como el de Homero. En efecto, Val se encuentra con reyes, magos, monstruos,
piratas y bellas princesas, sin que falte algún lance entre cómico y
fantástico, como el del mago malmaridado Belsatán.
El guion es soberbio, pero, sin duda, donde sobresale Hal Foster es en los dibujos. No es
extraño que optara por los textos sobreescritos en la viñeta, sin bocadillo,
porque cada viñeta es una obra de arte en sí misma. En concreto, la que muestra
a la princesa Melody y su amado en la frágil embarcación que los lleva a
ninguna parte podría competir con cualquiera de los artistas románticos del
XIX. Chrétien de Troyes y sus epígonos
no podrían imaginar mejor traductor en imágenes de sus historias.
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