El verbo cancelar se usa últimamente, de modo un tanto abusivo, para significar el acto de proscribir, borrar de la memoria, condenar a las tinieblas de lo tabú, aquellas cosas que los woke u otros nuevos puritanos de nuestro tiempo consideran propias de tiempos afortunadamente superados o en vías de superación gracias a ellos.
Pensé que era un neologismo semántico; por eso me choca
encontrarlo en un artículo de Pemán,
de estos reunidos en el volumen que me ocupa actualmente, y con el mismo
sentido: el de olvidar, por inútil (al menos) nuestra tradición humanística.
Yo no querría polemizar sobre esto de un modo largo y concreto. Querría
preguntar, a los que piensan ligeramente de ese modo, si la tendencia retrospectiva
de venerar las fuentes de nuestra formación humana ha sido tan cancelada como
muchos creen ante la urgente técnica, vital y realista, característica de esta
hora. Si el “americanismo”, con su tendencia practicista, significa una
abolición plena y expeditiva de ese sentido de retrospección.