14 marzo 2024

Quiero un hijo de Julio

Ya ni me acordaba del tal Christo, el “artista” búlgaro cuya especialidad era empaquetar monumentos. Esta novela de Ángel Palomino hace chacota de tal ocurrencia, suponiendo que el tipo quiere envolver todo el Toledo monumental. La polémica subsiguiente le sirve también al autor para hacer una crítica de los comportamientos políticos, sobre todo en el eterno tema del rey desnudo: todo el mundo sabe que está ante una mamarrachada, pero hay que decir que Toledo entra en la posmodernidad, en el tercer milenio, y tal. Solo que, como esto es novela y no cuento, Palomino prescinde de un final moralizante y se quedan todos contentos, o más o menos, con la ideíca, que finalmente se lleva a cabo.

Y hay también una trama particular, si entendemos que la otra es pública o colectiva, ya que afecta a toda la ciudad. La trama particular es la que da título a la novela, y toca también un tema entonces muy de actualidad, como es la inseminación artificial. Chancha, una joven viuda, quiere tener un hijo póstumo de su difunto marido, Julio, un sesentón que murió de infarto pero conservando, al parecer, su potencial genesíaco, enfrascado por un amigo veterinario.

Hay también alguna que otra trama secundaria, lo que da lugar no sé si decir a una novela coral, rótulo que me parece excesivo para un producto que no da mucho de sí, ya que la temática, digamos, de circunstancias, no se ve compensada por el ingenio, la tensión o alguna otra virtud. Creo que a estas alturas (1987, creo) el antiguo superventas estaba ya amortizado, al menos como narrador.

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