Quino es a la literatura lo que un buen viñetista de diario,
Forges o Mingote por citar a los clásicos, es al periodismo de opinión. En una
de esas ocasiones en que te toca hacer una lista de libros recomendados, por
aquello del fomento de la lectura y tal, me dio por incluir uno de Quino, y
alguien que lo compró se quedó consternado porque no había nada que leer.
Espero que aprendiera a hacerlo.
Este volumen, si no es todo, es casi todo lo que no
es Mafalda. Como artista de su tiempo, Quino es un escéptico que siente
compasión por el ser humano a la par que se ríe de sus invenciones (como ese
Dios que se carcajea con un tratado de física) y de sus convenciones, y pone en
evidencia su debilidad: todo lo suyo es como la monumental maqueta del avión
que, en una agencia de viajes, se viene al suelo por el descuido de un tipo que
engancha su chaqueta.
Las viñetas (o tiras) van agrupadas por temas: el amor y su
degeneración en rutina, la comodidad burguesa y su rechazo de todo idealismo,
el mundo moderno con la incomunicación y masificación (a lo Kafka o a lo
Ionesco) que conlleva; la guerra como lugar privilegiado para el absurdo, la
chapuza nacional, los abusos del poder... Y siempre con un dibujo tan expresivo
que produce, en ocasiones, un leve escalofrío añadido a la sonrisa.
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