El clamor no cesa: dan dinero a los bancos y echan de sus
casas a la gente que no puede pagar. Y sorprende el clamor. Se está pidiendo que
se aplique una virtud cristiana, y de hecho el obispo de San Sebastián recurrió
a una parábola evangélica para explicarlo: aquel deudor a quien se le perdonó
una suma exorbitante y no fue capaz de perdonar a su vez una cantidad ridícula
que se le debía a él. Hablamos de misericordia. Pero, ah... estamos en un
estado laico, ¿recuerdan? ¿Cómo era la cantinela? "Tú no puedes imponer tu
moral eclesiástica a toda la sociedad". En la sociedad civil los contratos
se cumplen, y punto. No pagas, te vas. Hablamos de la ley. El banco es
imprescindible para el funcionamiento del sistema. Un señor arruinado no lo es.
Y habrá que decirle a ese obispo que sus palabras suponen
una intromisión intolerable de la esfera religiosa en la vida pública y que
las creencias deben quedar en el ámbito de lo estrictamente personal.
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