Cuando los intelectuales dicen burradas sobre la
religión lo hacen con la cabeza bien alta, bien afirmados en su
posición aventajada de escépticos volterianos. Los políticos, que al cabo
necesitan de la ciudadanía, suelen ser más cautos. Salvo cuando llevan cinco
legislaturas en el poder, lo cual otorga casi categoría de intelectual. Don Javier
León de la Riva es alcalde de Valladolid por quinta vez, y entre sus
timbres de gloria se cuenta el haber adelantado una semana las fiestas locales
(que se celebran en septiembre) para evitar el frío y la lluvia características
de la entrada del otoño en estos pagos. El éxito fue rotundo, ya que, como se
sabe, aquí tenemos diez meses de invierno y dos de infierno, pero el infierno
suele retrasar un tanto su retirada. Con esas credenciales no extraña que se haya
lanzado a aleccionar a la Iglesia, sugiriéndoles desplazar la Semana Santa a
estaciones menos pluviosas. Cinco legislaturas arrasando: qué me importará a mí
el mes de Nisán ni la luna llena de Pascua. Estoy hablando de turismo, de
patrimonio, de Cultura. Son las arcas municipales, estúpidos.
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