Una diferencia radical entre la mera filosofía moral y el
cristianismo es que los ideales morales existen para triunfar, pero el
cristianismo existe para remediar los fallos. Los ideales morales se dirigen a
la gente que cree tener alguna esperanza de lograr estos ideales, pero el
cristianismo se dirige sólo a personas que han desesperado de alcanzar estos
ideales por sus propios medios; el cristianismo viene de Cristo y Cristo
"no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores".
Quienes no saben esto no tienen nada que ver con el
cristianismo, aunque vayan a la iglesia los domingos. Quienes no saben esto
asisten a la iglesia como unos estudiantes de arte que se sientan en un
hospital, disfrutan de su arquitectura, pero no están allí como pacientes. La
Iglesia no es un museo para santos, sino un hospital para pecadores. Profesar
públicamente ante el mundo que eres cristiano yendo a la iglesia cada domingo
no es decir al mundo que eres mejor que ellos, sino que estás desesperadamente
enfermo.
La Iglesia es en gran medida como los alcohólicos
anónimos. Lo que hay que admitir, sin olvidarlo nunca, en A. A. es que
"soy un alcohólico". Un cristiano es alguien que sabe que es un
pecador, que ha aceptado la cura de Dios. La más estúpida de todas las razones para
no ir a la iglesia es una de las más comunes: "no soy lo suficientemente
bueno". El único requisito es que se sea bastante malo. ¿Rechaza alguien
ir al hospital porque no está suficientemente sano?
Tal vez la excusa en cuestión sea la más común en la América
de Peter Kreeft (Cómo tomar decisiones). En la España tragacuras
es más bien otra: yo no lo necesito, no tengo nada que hacerme perdonar. En el
fondo, en Kreeft hay una oculta ironía, porque de sobra sabe que todo el
mundo necesita el perdón, que todo el mundo es "malo". Pero el suyo
es un libro de moral para cristianos y no cristianos y, por tanto, también para
quien "cree tener alguna esperanza de lograr estos ideales".
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