(Un compañero de prisión le pide a Steinhardt,
durante la noche, que le cambie el sitio, porque no puede soportar los
ronquidos del vecino)
Me resulta muy fácil, ya que he estado en la celda 80 en
Gherla con un hombre decente y culto, el general Constantinescu-Taranu,
imbatible campeón de ronquidos de todos los tiempos y de todas las cárceles. El
ruido que producía era tan penetrante, insoportable y terrible que ya ni te
planteabas la cuestión de poder dormir con él en la misma celda. Sobre todo
porque no producía un ruido uniforme y continuo, sino una inagotable serie de
cañonazos, siempre distintos, siempre sorprendentes: una verdadera panoplia de
un artista cuyo estilo se renueva constantemente. Después de algunas semanas de
convivir con él, acababas por dar algunas cabezaditas, pero sólo a ratos, como
esos capitanes de barco que ni siquiera después de muchos años consiguen librarse
del mareo.
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