Esta es la historia de uno de esos matrimonios imaginados
por
Patricia Highsmith, que no tienen la menor idea del significado de
esa palabra. Es decir, un matrimonio muy siglo XX (y no digamos XXI, pero lo
peor estaba por llegar). Pero no es que
Highsmith pretenda hacer una
crónica de costumbres. Es, una vez más, el efecto psicológico del mal sobre
personas corrientes. Con frecuencia se incluye a la creadora de Ripley en el
género policíaco, pero eso sólo se puede hacer dándole a ese concepto una
extensión muy generosa.
Los Sidney forman el matrimonio de una mente retorcida con un alma
desorientada. El tipo es básicamente un egoísta obsesionado por su trabajo de
escritor y guionista de thrillers, obsesión alimentada por el fracaso. Y
le da por imaginar qué pasaría si se cargara a su mujer, una pintora que de vez
en cuando "necesita" pasar una temporada sola. Y en torno a ellos
teje la Highsmith su famosa tela de araña, esta vez sin compasión. La historia se mantiene por
el suspense sutil que sabe crear esta mujer, pero quien espere una solución a
lo Agatha Christie que lo vaya dejando. Esta es, de hecho, la antítesis
de la novela policíaca clásica, con desenlace satisfactorio, o del thriller
estilo Hitchcock, con final de impacto. Aquí triunfan, sin espectáculo, el
mal y el sinsentido, como parece suceder en el mundo.
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