21 abril 2013

Crímenes imaginarios


Esta es la historia de uno de esos matrimonios imaginados por Patricia Highsmith, que no tienen la menor idea del significado de esa palabra. Es decir, un matrimonio muy siglo XX (y no digamos XXI, pero lo peor estaba por llegar). Pero no es que Highsmith pretenda hacer una crónica de costumbres. Es, una vez más, el efecto psicológico del mal sobre personas corrientes. Con frecuencia se incluye a la creadora de Ripley en el género policíaco, pero eso sólo se puede hacer dándole a ese concepto una extensión muy generosa.

Los Sidney forman el matrimonio de una mente retorcida con un alma desorientada. El tipo es básicamente un egoísta obsesionado por su trabajo de escritor y guionista de thrillers, obsesión alimentada por el fracaso. Y le da por imaginar qué pasaría si se cargara a su mujer, una pintora que de vez en cuando "necesita" pasar una temporada sola. Y en torno a ellos teje la Highsmith su famosa tela de araña, esta vez sin compasión. La historia se mantiene por el suspense sutil que sabe crear esta mujer, pero quien espere una solución a lo Agatha Christie que lo vaya dejando. Esta es, de hecho, la antítesis de la novela policíaca clásica, con desenlace satisfactorio, o del thriller estilo Hitchcock, con final de impacto. Aquí triunfan, sin espectáculo, el mal y el sinsentido, como parece suceder en el mundo.

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