René Albères interpreta la alineación marxista de
muchos escritores en el siglo XX.
Ni la materia ni el pensamiento habían representado una
certidumbre mientras no se les supo ver en movimiento. Animándoles, el marxismo
les devuelve cohesión y verdad. Y a través del proceso dialéctico aparece así
la realidad: "La naturaleza existe independientemente de toda filosofía".
El hombre puede entoncces apoyarse en un punto fijo, el universo deja de ser
absurdo, el pensamiento vacío, la materia fugitiva. Si la verdad parece
disolverse para el entendimiento es que está en movimiento, es que se
desarrolla y vive su historia. Y el hombre tiene su lugar en esa historia y se
siente tranquilizado al saber por fin dónde está, y tenso al saber que entra en
un drama en el que tiene que desempeñar un papel.
Esto era como devolver un sentido a la vida al darle un
lugar a cada hombre y a cada idea. El individuo, perdido en el universo, volvía
a encontrar una tarea y una misión. No sólo en cierta construcción del espíritu,
sino en una creación continua en que los problemas se convertían en problemas
de acción más que de pensamiento.
(Panorama de las
literaturas europeas)
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