La cagó. En la última página y sin remisión.
Perdónenme ustedes, lo sé: esa expresión es pobre y zafia.
Pero he intentado otras y ninguna dice igual lo que ha hecho Martín
Casariego Córdoba con su historia. Porque la manera más lamentable de
estropear una historia de amor es aludir a esos objetos que son el símbolo del
trato más mezquino que puede darse entre hombre y mujer.
Dos en una es una historia de amor, sí. Inverosímil y
divertida; llena de referencias a las modas del momento, como todas las de su género;
superficial tal vez, pero muy acertada al incidir en ciertos asuntos, como es
el del egoísmo conyugal y sus efectos en los hijos; y adornada por una
exigencia de fidelidad y de elegancia en el decir y el hacer, en lo tocante a
las relaciones chico-chica. En una de sus páginas se llega a aludir al amor
hermoso.
Por eso no le perdono el final. Esa cita en la casa del
chico lo deja todo convertido en un contacto de esos que se anuncian en
los periódicos. Martín, por tu padre, quítalo; o, al menos, quita la
alusión a los cachivaches.
__