de lo que fue el Concilio Vaticano II, les recomiendo esta conferencia de don Onésimo Díaz. Se trata de un hombre que conoce bien la historia de la Iglesia en el siglo XX. Solo le haría una sugerencia: a la hora de poner ejemplos de intolerancia religiosa (lo hace a propósito del documento Dignitatis humanae), se puede escoger entre muchos sucesos y no necesariamente hay que echar mano de la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos. Hay ya mucha gente empeñada en sacudirse ese complejo de inferioridad del español y plantar cara a una leyenda negra que ha durado demasiado: vamos a secundarlos en lo posible. Don Onésimo trata de salvar (es muy plausible) a la jerarquía eclesiástica en esos casos de intolerancia, haciendo notar, por ejemplo, que era el brazo secular quien aplicaba las penas a los declarados herejes por la inquisición. Pero no hay que olvidar que fue el propio Papa quien alentó, por ejemplo, la cruzada contra los cátaros, que fue, desde luego, más cruenta que la expulsión de los judíos. Durante mucho tiempo la preservación de la sociedad cristiana fue entendida como competencia de los príncipes (no diré el Estado, que es algo más reducido en el tiempo). No es solo, pues, que por entonces “pareciera algo bueno”, como dice don Onésimo, la expulsión de los judíos. Conviene precisar algo más, porque si no, estamos en lo de siempre: esos bárbaros medievales frente a los hijos de la Ilustración y la democracia, que somos nosotros.