Pero mujer española hubo, que fue María, llamada la Bailadora, que desnudándose del hábito y natural temor femenino, peleó con un arcabuz con tanto esfuerzo y destreza, que a muchos turcos costó la vida, y venida a afrontarse con uno de ellos, lo mató a cuchilladas. Por lo cual, ultra que D. Juan [de Austria] le hizo particularmente merced, le concedió que de allí adelante tuviese plaza entre los soldados, como la tuvo en el tercio de D. Lope de Figueroa.
Marco Antonio Arroyo, Relación
del progreso de la Armada de la Santa Liga, citado por J. J. Esparza, Tercios,
capítulo XVII.
Quiso y pudo. Era así.