06 abril 2020

Liras entre lanzas


José María Martínez Cachero fue un filólogo bastante respetado en Asturias, tierra que no suele regatear el respeto a sus próceres, por lo demás. Es autor de un ameno volumen de memorias titulado Antes que el tiempo muera en nuestros brazos, del que recuerdo el capítulo que dedica a “Don Florentino, el cura que me dio a leer La Regenta”, título de por sí llamativo teniendo en cuenta que se refiere a una de las novelas más anticlericales de nuestra literatura. Uno de sus últimos empeños fue esta Historia de la Literatura “Nacional” en la Guerra Civil, del 2009.

Me lo he leído de corrido, en dos partes bien distanciadas, por curiosidad hacia el tema, pero hay que reconocer que es más que nada un repertorio, un elenco de todo lo que los nacionales escribieron en los tres años de guerra civil, la mayor parte, como puede suponerse, de calidad más bien mala. Es posible que haya también un propósito de reivindicar a los que “ganaron la guerra y perdieron los manuales de historia de la literatura, como diría Trapiello”. Pero si es así el autor se ha impuesto una cota cronológica muy estricta. ¿Pensaba continuarla con la posguerra? No lo sabremos, puesto que al poco de publicar esto “el tiempo murió en sus brazos”.

El autor divide su materia por géneros: teatro, poesía, novela, ensayo, y dedica capítulos especiales a algunos autores, en concreto Pemán, Foxá y Miquelarena, que cultivaron diferentes géneros. Me interesa en especial lo dedicado a Valladolid, con Francisco Pino y sus iniciales fervores nacionales, de los que luego abjuró con el resultado de concitar los mimos oficiales en los años posfranquistas, a pesar de sus galimatías, que lo convierten en el típico escritor más homenajeado que leído. Me encuentro también, entre otros subproductos similares, con la referencia a una obra de la que había oído hablar en mi casa (creo que incluso teníamos un ejemplar) y a la que el tiempo sepultó en su lugar, titulada España inmortal y que le valió a su autor, Sotero Otero del Pozo (esos papás graciosillos…) las mieles del éxito en su día.
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