La compasión por Anna,
el arrepentimiento por haber deseado su muerte y, sobre todo, la misma alegría
del perdón, no solo habían aliviado sus sufrimientos, sino que le habían
comunicado una paz interior desconocida hasta entonces. De pronto comprendió que
lo mismo que había sido fuente de padecimiento se había convertido en fuente de
alegrías espirituales, y lo que le había parecido insoluble cuando condenaba,
reprochaba y odiaba, se había vuelto claro y sencillo ahora que amaba y
perdonaba.*
Aunque aún le tocará sufrir…
*(Cuarta parte, capítulo XIX. De Anna Karenina, por supuesto)