Esta experiencia creo no haberla tenido con un libro. Quiero
decir el hecho de que su autor me fuese resultando cada vez más antipático a
medida que avanzaba, y que lo siguiese siendo durante el visionado de algunas
entrevistas realizadas con él. Desde luego, Amedo no trata de justificarse: a esas alturas creo que lo suyo era
ya poco justificable. De hecho emplea un tono bastante frío en la narración de
su peripecia. Lo único que podría haber evitado esa reacción de antipatía por
parte del lector habría sido el presentar a sus víctimas como bestias salvajes,
pero tampoco le ha dado por cargar las tintas en ese sentido. Lo que le
interesa es subrayar la culpabilidad del gobierno de entonces en la
organización de los GAL. Y esto, que de por sí habría provocado la desaparición
total de un partido político de no mediar otros factores que no son del caso,
es lo que anima a proseguir la lectura.
Hay que decir que el tipo también sabe dar a su relato un
aire de novela negra a la europea, en plan todos malos, sobre todo cuando
introduce la figura de las mujeres activistas, las que llama Dama negra y Dama rubia, cuya identidad silencia cuidadosamente, dos auténticas
asesinas de película, una de ellas al estilo de la vengadora de La novia vestía de negro de Woolrich/Truffaut, pues al parecer se trataba de la esposa de una víctima de
ETA. No se puede negar que causa cierto gustillo imaginar a estas tipas
disparando contra los etarras. La pena es que al final estaban haciendo el juego
a un partido que entonces declaraba la guerra a ETA tan alegremente como luego
se entendería con ella, en una política mafiosa que hemos aguantado demasiado
tiempo.
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