Siempre dije que la Gitanilla, como personaje, era la
antítesis de Melibea, ésta atontada y sumisa, aquélla dueña de su persona y
ejemplo de dignidad. Me alegra ver a don Luis Rosales corroborar genialmente esta mi opinión. Habla de Preciosa, pero
podemos intuir a Melibea en el reverso:
Ella no cede a sus pasiones. Su libertad atiende a la
virtud, no a la naturaleza. Su libertad no es espontánea, sino esforzada, creyente
y voluntaria. No estriba en sujetarse a las pasiones, sino, antes bien, en
sujetarlas, en liberarse de ellas. En mantener en todo instante su vida en
situación de disponibilidad. Para
desarraigarle de sus costumbres, somete a larga y dura prueba la continencia de
su amante. Lo que pretende con ello, en definitiva, es espiritualizar la inclinación de su naturaleza y convertir su
pasión en un instinto espiritualizado. La castidad puede llegar a ser para
nosotros más espontánea y natural que la sensualidad. Todo depende de la
exigencia de perfección y de sentido que pongamos en nuestra vida. La
estimación de esta prueba –el noviciado del amor—como un rito de purificación
me parece indudable.
(En Cervantes y la libertad, segunda parte, capítulo II: “La libertad de los gitanos”)