21 marzo 2020

La libertad de la Gitanilla



Siempre dije que la Gitanilla, como personaje, era la antítesis de Melibea, ésta atontada y sumisa, aquélla dueña de su persona y ejemplo de dignidad. Me alegra ver a don Luis Rosales corroborar genialmente esta mi opinión. Habla de Preciosa, pero podemos intuir a Melibea en el reverso:

Ella no cede a sus pasiones. Su libertad atiende a la virtud, no a la naturaleza. Su libertad no es espontánea, sino esforzada, creyente y voluntaria. No estriba en sujetarse a las pasiones, sino, antes bien, en sujetarlas, en liberarse de ellas. En mantener en todo instante su vida en situación de disponibilidad. Para desarraigarle de sus costumbres, somete a larga y dura prueba la continencia de su amante. Lo que pretende con ello, en definitiva, es espiritualizar la inclinación de su naturaleza y convertir su pasión en un instinto espiritualizado. La castidad puede llegar a ser para nosotros más espontánea y natural que la sensualidad. Todo depende de la exigencia de perfección y de sentido que pongamos en nuestra vida. La estimación de esta prueba –el noviciado del amor—como un rito de purificación me parece indudable.

(En Cervantes y la libertad, segunda parte, capítulo II: “La libertad de los gitanos”)