15 marzo 2020

Una abogada de don Plácido, veinte años antes


"Los obligatorios ejercicios respiratorios y vocales de todos los días, los ensayos con el acompañador, con los compañeros, con la orquesta, las reuniones con los agentes, las grabaciones (repetidas mil veces hasta que todo sonaba bien), las probaturas con el vestuario o esas entrevistas durante las que siempre se ha de tener mucho cuidado. Y de nuevo todos esos hoteles, cualquiera de ellos calcado a los cien anteriores, de tal manera que al final uno no sabe dónde diablos se encuentra. No estoy segura de que alguien pueda acabar convirtiéndose en un auténtico playboy en esas circunstancias. El aún joven y atractivo Domingo, durante su estancia de poco menos de un año en Tel Aviv, actuó en más de doscientos espectáculos y se aprendió de memoria más de cincuenta papeles operísticos. Si con todo ese duro trabajo hubo en algún momento un resquicio para el tiempo libre, dudo mucho que por él se colase alguna modelo con sus grandes pechos de silicona. Después de una actuación hay que dormir como es debido, porque al día siguiente aguarda otro concierto y otro ensayo antes del mediodía para una nueva ópera. Así pues, los rumores sobre las conquistas amorosas de estos, por otra parte, interesantes individuos se reducen a la mitad. Si no a las tres cuartas partes [sic ¿por la cuarta parte?]…"


Wislawa Szymborska, comentando el libro La vida privada de los Tres Tenores, de Marcia Lewis (1999), en Prosas reunidas