26 agosto 2015

Crazy Cavan´n´The Rhythm Rockers: "Our own way of rockin´"


¿El rock incita a la violencia? Pues a lo mejor sí, y estos chicos no se molestaban en disimularlo, con ese puño envuelto en la cadena de bicicleta. Así golpeaba un personaje de James Hadley Chase, creo recordar.

Estos chicos son una de las bandas más representativas del revival rockabilly en Gran Bretaña, en la segunda mitad de los 70, y allí ese revival fue unido, no sé por qué, a la tribu urbana denominada Teddy Boys, por sus patillas y sus levitas que evocaban la época eduardiana (Teddy = Eduardito, por si eso). Un nombre que llegó a hacerse equivalente a gamberro, y a ustedes les dejo los chistes sobre la SGAE. Ellos mismos solían lucir apariencia de teddy y la alusión a los teddy y a la violencia callejera es frecuente en sus temas (aquí Teddy jive, por ejemplo).

Pero me gustaban y me gustan. De ellos solo tengo este álbum (casete) de estudio (el otro es live). Muy reconocible la voz mediocre pero efectiva de Cavan, que está realmente chiflado, y los solos de guitarra de Lyndon Needs. Y aunque casi nunca cambian de ritmo, no caen en la monotonía, tal vez porque tienen la costumbre de rocanrolizar (con perdón) canciones country, como Tennessee border, o del folklore americano más añejo, como Ol´ Black Joe. También interpretan con frecuencia a Fats Domino (Saturday nite), pero sus propios temas son también muy interesantes. Aquí figura uno de los más conocidos, My little sister´s gotta motorbike.

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24 agosto 2015

El expediente 113


El expediente 113 es un folletín con todas las de la ley, en su variante polícíaca, que ha quedado como uno de los clásicos del género detectivesco. Hablo de lo que me ha permitido leer la editorial Bruguera, claro, que, como ya dije aquí, nos ha podado por nuestro bien toda la hojarasca que, "siguiendo la moda de su tiempo", había introducido Émile Gaboriau. Y dijeron que era costumbre en las ediciones modernas. Luego fui a la de Anaya y vi que no había tal, pues esta estaba completa.

En fin, la trama en este caso quebranta una de las normas que estableció S. S. Van Dine para el relato policíaco, y una de las que más se suele observar: que el crimen a investigar no debe ser inferior al asesinato. Aquí se trata de un robo, pero un robo que supone cárcel y descrédito para un joven y fiel empleado al que se acusa del delito. La estructura es clásica, con su descripción minuciosa del lugar de los hechos y de su posible cronología, seguida de las andanzas del detective. El cual no es de los de pura deducción, a lo Poirot o Philo Vance, sino además de acción, como corresponde a un buen folletín. Se trata del sin par Lecoq, que es asimismo un maestro del disfraz, cosa muy folletinesca también.

Y hay trama amorosa, en la que hallamos tanto a la doncella atribulada como a la muchacha de vida alegre que acaba siendo muy desgraciada. Y un pasado escabroso con hijo ilegítimo de por medio que se revela  como la clave de todo el asunto. ¿Y suplantaciones de personalidad? ¡También! Diría que no falta de nada si no fuera porque no sé lo que me han quitado.

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23 agosto 2015

Matalascañas, Matapozuelos, Matarredonda,


Las Matas, Matallana, Mataporquera, Matarromera, Matagorda, Matalebreras, Matamoros, Matajudíos.

Mata: "Porción de terreno poblado de árboles de una misma especie" (DRAE)

Claro, ¿no? Matapozuelos, "mata de los pozuelos"; Matajudíos, "mata de  los judíos". Bien, pues ha llegado a tal punto el consumo de papel de fumar en este bendito país que un pueblo de Burgos llamado Castrillo Matajudíos ha decidido cambiar su nombre por Castrillo Mota de Judíos, sin duda por pensar que mata era del verbo matar y lo de matajudíos una muestra de la secular intolerancia etc. etc.

Mota... Oh, sí, Mota, don José: "La tontería no descansa, a ver si me comprendes". Hombre: como que hemos de ver a los de Las Matas cambiar su nombre para no incitar a la violencia de género...


21 agosto 2015

Avant-garde




Un hombre que consigue que el nombre de Ava Gardner suene a cuchufleta se merece un monumento. En mi casa, al menos, no se menciona a la bella sin que alguien añada: “avant garrrde”, recordando el gag de Daniel Rabinovich. “Por eso y muchas cosas más”, que decía el otro, por Terpsícore, por la achicoria, por el mapa de Italia, por el bolero de Ester, Manuel Darío o el cuñado de la estrella, debo recordarle aquí, sin intentar glosar su humor, que sería estropearlo, como lo es siempre explicar un chiste. Espero que haya tenido éxito en su muerte, ya que lo tuvo en vida haciéndonos a muchos un poco más felices.

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20 agosto 2015

El partido de Lenin


La fuerza de los movimientos que aspiraban a realizar la revolución mundial residía en la forma comunista de organización, el "nuevo partido" de Lenin, una extraordinaria innovación de la ingeniería social del siglo XX comparable a la invención de las órdenes monásticas cristianas en la Edad Media, que hacía posible que incluso las organizaciones pequeñas hicieran gala de una extraordinaria eficacia, porque el partido obtenía de sus miembros grandes dosis de entrega y sacrificio, además de una disciplina militar y una concentración total en la tarea de llevar a buen puerto las decisiones del partido a cualquier precio. Esto causaba una fuerte impresión incluso a los observadores hostiles.

Eric Hobsbawn, Historia del siglo XX, cap. II, "La revolución mundial"

Es lo que me tranquiliza con respecto a los partidos radicales de hogaño. Lo de la "entrega y sacrificio" les suena a castellano antiguo.

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18 agosto 2015

Vangelis: "El Greco"


Esta fue una de mis últimas adquisiciones en casete, y lo habré oído tres o cuatro veces, de modo que poco puedo decir de él. Para quien conozca la música de Vangelis, es fácil suponer su contenido. Sólo que aquí quizá se orienta más a lo tremendo, quiero decir que es menos melódico o juguetón que en otros trabajos, y trata de sugerir abismos metafísicos, a tono (se supone) con la espiritualidad de la pintura del Greco. Para ello recabó la colaboración de Montserrat Caballé, que se marca unas coloraturas acongojantes en uno de los movimientos. Sí, pues las pistas no tienen título sino que a la manera de las sinfonías se denominan movimiento uno, dos, tres..., eso sí, sin lo de alegretto, moderato y todo eso.

Es posible que se quedara en una obra demasiado pretenciosa. Desde luego, no añadió mucha gloria a Vangelis.

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15 agosto 2015

La rubia de ojos negros


Con los primeros capítulos de esta novela me vino a la cabeza aquella ocurrencia de un personaje de Carlos Rojas: "Usted no puede ser mi marido; se le parece demasiado". Porque Benjamin Black ha conseguido una tan fiel imitación de las novelas de Raymond Chandler que solo cabe levantarse y aplaudir. Hasta tal punto que a ratos uno dice: ni siquiera Chandler puede ser tan fiel a sí mismo, son demasiados rasgos de estilo acumulados uno tras otro. El modo de dirigir la trama, su aparente complejidad, los diálogos, los símiles, los tipos (mujer fatal, empresario criminal, pariente frívolo, poli gruñón, esbirros tan crueles como idiotas, beldad inteligente en papel secundario), las situaciones, todo revela una lectura atenta y devota de las aventuras de Marlowe hecha por un escritor de talento.

Pero ese escritor tenía que dejar su sello. Puede ser intencionado o no, pero lo cierto es que lo único que no es Marlowe aquí es el propio Marlowe. Tiene su desencanto, su sarcasmo, su humor amargo y ese quijotismo que le lleva a no abandonar la partida aunque la paga no compense el riesgo. Pero nos cuenta demasiado de sí mismo. Al original lo veíamos sólo a través de sus réplicas cortantes y sus calificativos, y consideraba que nos importaban un bledo su pasado y sus sentimientos. Este se desliza con facilidad al autoanálisis, es un tipo inseguro y flojea con las mujeres. Está en manos de un literato que lo aproxima, sabiéndolo o no, al famoso héroe problemático de la novela contemporánea. Incluso cita a un poeta. Y todo eso me hace gritar: "¡tongo, tongo!", porque prefiero a mi héroe sin fisuras, pero no me impide continuar hasta el final con la fábula y disfrutar como un tonto.

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13 agosto 2015

Sobresaltos gramaticales


Menos mal que nuestros alumnos no leen a Ramiro de Maeztu. Si no se nos iba al cuerno la teoría sobre los adjetivos calificativos y los clasificadores. Vas y les dices que los clasificadores no admiten anteposición: puedes decir el buen chico o la rosada aurora, pero no los internacionales vuelos ni la francesa prensa. Bien, pues va el de Vitoria y se pone:

... de todos los causantes de la cubana insurrección el más directo es el comercio.

Impónense los hombres más laboriosos, más dotados de administrativas aptitudes...

Y algún otro caso que no he recogido. Bueno, siempre queda el recurso de decir que su madre era inglesa y él pasó mucho tiempo por allá.

(Los ejemplos proceden de Hacia otra España, su libro primerizo)




11 agosto 2015

Si se considera sagrada la vida humana, hay que renunciar a la revolución.


Es una frase de Trotsky que Celestino, el protagonista de El caos y la noche, había repetido  con frecuencia. Y sigue meditando el narrador siguiendo la mente de Celestino (¿y la de Montherlant?):

Ni la caída de Franco, ni la conquista del mundo por el comunismo, ni la guerra general, ni la explosión del planeta bajo la bomba atómica, nada tenía la importancia de esto: que iba a morir, que no había esperanza  y que su muerte era inminente. Esa cosa de la que tanto se hablaba, de la que él había hablado tanto toda su vida, la que había sembrado hasta la saciedad sin un escrúpulo, a la que se había expuesto hasta la saciedad sin una vacilación, esa cosa estaba allí. Dejar de existir: la cosa más banal y la más increíble, la más inverosímil. Y superaba en importancia a todo cuanto existía en la realidad y en el pensamiento, no tenía proporción alguna con todo lo que existía y todo lo que se podía concebir: un desastre sin comparación con cosa alguna. Lo que parecía tan poco importante en su juventud y en su edad madura tenía ahora una importancia aterradora, era lo único que importaba.




10 agosto 2015

La guerra civile spagnola. Inni e canti fascisti e falangisti


Es curioso cómo salir al extranjero despierta la fiebre compradora. Puestos a comprar música, de lo poco que no podías encontrar en España eran estos Himnos y cantos fascistas y falangistas que avizoré en un paseo por Roma. El casete pertenecía a una colección titulada Documenti del nostro tempo y este volumen estaba dedicado a la intervención italiana en la guerra española. Son, en efecto, registros sonoros de la época, por lo que el sonido da de sí lo justo. La cinta mezcla el repertorio italiano con el español. En el primero encontramos rarezas tituladas Se Franco vogliamo seguire (que convierte al caudillo en condotiero), Avanti falangisti o Guadalajara (que resulta un tanto cómica teniendo en cuenta cómo terminó para los mussolinianos la batalla en la ciudad alcarreña). De lo español, aparte de clásicos como el Cara al sol o El novio de la muerte, me resultaban especialmente simpáticas la Canción de los almogávares (Desperta ferro) o Me gusta lo difícil. Pero también cuatro curiosas piezas, de título franciscano, firmadas por los mismos autores, Riego y Cuesta: Canción de la hermana lluvia, Canción de la hermana mañana, Canción del hermano fuego y Canción de la hermana noche. Evidentemente estaban destinadas a dar un poco de romanticismo a aquella sangría. Me conmovía especialmente la última, una especie de nana que imagino solía dar fin a una sesión de canciones junto al fuego (“…y ahora, camaradas, al sueño hay que llamar, que está la hermana noche por cielo, tierra y mar”…)

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04 agosto 2015

Tenga usted éxito en su muerte



Fabrice Hadjadj incide aquí, con su estilo conceptista y desenfadado, en esa realidad que los europeos del siglo XXI han dejado de lado con perfecta irresponsabilidad: es más importante atender al bien morir que al bien vivir; de hecho, “tener éxito en la muerte” es lo que a la postre importa, pues la muerte es, como bien expresó Quevedo, lo único seguro de la vida. He hablado de desenfado, pero Hadjadj imprime también a su discurso un humor macabro al que el tema se presta, desde luego. Así lo vemos ya en el lema de la introducción, una “cancioncilla popular” aparentemente candorosa: “Así dan, dan, dan las pequeñas marionetas. Así dan, dan, dan tres vueltecitas y después se van…” Lo que viene a decir, de modo menos explícito, lo del villancico castellano: “La nochebuena se viene, la Nochebuena se va…”

Es sólo Cristo quien tiene el secreto del bien morir, pues es quien ha vencido a la muerte. Pero la ha vencido en la cruz, y por eso la cruz es una bendición: si el autor subtitula su obra Antimétodo para vivir es porque vivir según Cristo implica “perder la vida” por Él, según la frase evangélica. Cuando se nos educa para el éxito en sentido mundano, están haciendo con nosotros lo que el padre que malcría a sus hijos. Dios trata duro a sus amigos, como bien sabía santa Teresa, y una vida regalada no es el mejor aval para entrar en la eternidad. Por eso el cristiano es siempre mártir, de alguna manera, pero nunca buscará el suicidio: la contraposición entre ambas actitudes es quizá lo más interesante del volumen, que es puro sermón de la montaña, en el fondo, pero con el aderezo del ingenio verbal de un tipo que reflexiona y, desde luego, trata a Dios con confianza.

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