29 abril 2015

La calle estrecha


Parece que en su literatura de ficción Josep Pla está emparentado con Cunqueiro en su modo de hacer literatura minifundista, como a mí me gusta llamarla. Hablo de esa sucesión de historias minúsculas que van desfilando hasta configurar un mundo. Eso sí, Pla (catalán) es realista frente al imaginativo Cunqueiro. Pero quizá no tan realista como él mismo quiere hacernos ver. Dice que esta novela la escribió para practicar lo del espejo paseado a lo largo del camino de Stendhal. Pero no es un espejo, es un pincel, y creo que el que ha ideado la portada de esta edición de Destino lo ha interpretado bien al plantar un cuadro impresionista. Hay una cierta transfiguración de las personas y de su entorno, que resultan ser más cómicos que en la realidad, con algo de títeres me atrevería a decir. En todo caso resulta un mérito de Pla el que su mirada se note tanto como lo mirado.

El veterinario que llega a Torrelles y se aloja en una casa de la calle Estrecha es el anteojo a través del cual lo vemos todo, pero es la sirvienta Francisqueta, una especie de vieja del visillo local, quien muchas veces se encarga de sacar a la palestra a sus vecinos para que el otro los diseccione. Lo que más brilla, desde luego, son las imágenes de Pla, el modo en que utiliza ese suplemento del brazo o esa escopeta que decía Ortega que era la metáfora.

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