Ronald Knox deplora la extensión y normalización del
divorcio en el siglo XX, y añade:
En el curso de los últimos años, un segundo ataque se ha
llevado a efecto por una propaganda menos descarada, pero no menos formidable,
contra los frutos del matrimonio. Prácticas hasta hace poco conocidas solamente
en las capas ínfimas, detritus de la sociedad, han encontrado el camino del
hogar. No se trata aquí tampoco de un principio cristiano arrojado por la
borda: es un punto en que los moralistas judíos son no menos definitivos que
los nuestros: Ovidio y Juvenal, sin luz de revelación cristiana que los guiase,
condenaron las prácticas en cuestión con la protesta de su sátira pagana. No es
la moral cristiana, sino la moral natural, tal y como hasta ahora se la concebía,
la que ha sido ultrajada por el cambio en el nivel medio de la sociedad.
El pudor le impide mencionar esas prácticas por su nombre.
Desde luego, el texto vale para lo que todos estamos pensando, pero ese
atropello era aún inconcebible en los 50, cuando murió Knox. Es fácil
pensar que se refiriese a la anticoncepción en incluso al aborto. En cualquier
caso, a estas alturas, todo eso no sólo ha encontrado el camino del hogar, sino
que está en vías de implantar un régimen de terror contra todo aquel que ose
calificar unas cosas y otras como lo hacía el capellán de Oxford.
(El texto pertenece a La fe de los católicos, libro
hoy sólo disponible, que yo sepa, en formato electrónico.)
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