Sin dejar enfriar el éxito de Rock billy boogie, Robert Gordon
lanzó este Bad boy, que también vendió lo suyo. El disco se
caracterizaba por la introducción de un eco, o resonancia, o como quiera
llamarse, que se mantiene a lo largo de toda la cara A pero que resulta especialmente
efectivo en la primera canción, lanzada como single, y que era, de nuevo, una
versión de Johnny Burnette, Sweet love on my mind. Realmente es
una de las pocas cosas estrictamente rockeras que encontramos en la obra,
porque Gordon opta aquí mayormente por los lentos, aprovechando esa
potente voz de la que está dotado. Born to lose (composición propia) es
lo que suele llamarse un medio tiempo, y lo mismo ocurre con Uptown, el
tema de Roy Orbison. Sólo Crazy man crazy (versión de Bill
Haley) se salva de este tono general de suavidad, y tampoco es que le arree
mucha caña, con perdón.
En el acompañamiento, como otras veces, destaca una guitarra ácida que sirve de contraste a la voz suave del cantante y que no sé quién maneja, porque los casetes, como bien sabemos, no solían dar esa información. Tal vez fuese Chris Spedding. Luego lo busco.
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En el acompañamiento, como otras veces, destaca una guitarra ácida que sirve de contraste a la voz suave del cantante y que no sé quién maneja, porque los casetes, como bien sabemos, no solían dar esa información. Tal vez fuese Chris Spedding. Luego lo busco.
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