Esta es una de esas novelas tan inverosímiles como
apasionantes. Uno puede apurar las ciento y pico páginas sin despegarse del
sillón, sobre todo a partir del momento en que Silvano, "utillero"
(así se llama, al parecer, a quien se encarga del material deportivo) de un
equipo de fútbol de segunda, descubre el chanchullo que está a punto de cometer
la estrella del equipo en un partido crucial. Esa estrella es su hijo y eso
aporta el factor humano a la trama, muy bien llevado por cierto por Faletti:
sin pretensiones, sin folletinadas, muy contenido, creíble.
Es, en efecto, un auténtico thriller de esos de salir
cansado, pero sin muertos, bueno, sí, un muerto, pero por fallo cardíaco. Los flashback
también son muy oportunos porque dan un marco emocional a la actuación de
Silvano: un tipo a quien la vida, como suele decirse, no ha dado grandes
oportunidades y que quiere culminar su propia vida sintiendo que ha servido
para algo; alguien que no se hace grandes planteamientos morales pero con el
suficiente sentido del bien y del mal como para jugárselo todo en este envite
de noventa minutos. La adrenalina le aguza los reflejos y la suerte le
favorece, como digo, hasta extremos inverosímiles, de modo que todo acaba con
un final feliz de cine comercial. Satisfactorio, pues, como un buen rato de
deporte o una buena partida de mus.
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