A medida que se acercan las elecciones me viene a la mente,
con una frecuencia inquietante, un episodio de Tumba de Drácula, el
cómic de la Marvel. Habiendo dedicado su vida a acabar con Drácula, los
cazavampiros han de ver cómo el conde cae por fin bajo la estaca de plata que
blandía el esbirro del peor supervillano del mundo, el doctor Sun. Ningún poder
sobre la tierra es capaz de derrotar al doctor Sun. Sólo podría hacerlo...
Drácula puede ser devuelto a la vida. La sangre de una
virgen puede obrar el prodigio. Las dudas son lacerantes.
"... Pero volvamos al viejo problema... ¿Quién es
peor..., Drácula o Sun?"
"No, no quiero ni pensar en usar a Drácula. Es una
amenaza desaparecida, esperemos que para bien y para siempre".
El episodio termina (continuará) con la constatación
de la evidencia. Han robado las cenizas de Drácula en una audaz incursión y
ante ellas el viejo Quincy Harker sentencia: "No hay elección... Para que
el mundo se salve... Drácula debe vivir de nuevo".
Pienso en una Educación controlada por el doctor Sun y me
asalta el fantasma de la reelección, digo de la resurrección de Drácula, y digo
vade retro... no quiero... no quiero...
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