En casos privilegiados, la agresividad se desvía casi por entero hacia el juego. Por ejemplo, los nacionalismos peligrosos pueden calmarse en campeonatos deportivos. Cuando el honor nacional del deporte está satisfecho, disminuye la disposición a morir por la "patria". El honor y el orgullo, el resentimiento y el prejuicio pueden desfogarse en un terreno relativamente exento de peligros. También es la cultura del juego la que hace posible eso, y también aquí podemos decir: lo que era seriedad tiene que hacerse juego.
Rüdiger Safranski, Schiller o la invención del idealismo alemán.
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