Monseñor Ronald A. Knox es testimonio de la
catolicidad de la Iglesia: pocas personalidades tan inglesas podemos encontrar,
para lo bueno más que para lo malo, como este gran latinista, etoniano y
oxoniense como el que más, de exquisitos modales, fino humor, amante de las
tradiciones, humanista hasta la médula y con alguna que otra manía. No fue
convencido para entrar en la Iglesia católica por el ejemplo personal de amigos
o maestros, sino por un sincero impulso de búsqueda de la verdad. Como es
normal, su ruptura con el anglicanismo resultó empañada por el dolor que
infligió a su padre, obispo anglicano. Para Knox, como para tantos
conversos, el precepto de amar a Cristo más que a su padre y a su madre
revistió caracteres heroicos. Pero a lo que iba: con Knox queda claro
que el catolicismo no es algo vinculado a la sensibilidad mediterránea. Es un
denominador común sobre el que se puede asentar el más british de los
numeradores.
Evelyn Waugh ha hecho un buen trabajo con su biografía, pero personalmente hubiera preferido que se explayase más hablando
de los gustos literarios de Knox, de su pensamiento, un cierto análisis
de su obra... Sobre todo teniendo en cuenta que aquí no tenemos la suerte de
contar con traducciones de algunas de las obras que más se celebran, como Some
loose stones o Let dons delight, y nos conformamos con algunas de
sus charlas, aunque no es poco, y en eso hay que estarles agradecido a las
editoriales Rialp y Palabra.
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