13 septiembre 2012

Refinamiento

Tengo un compañero que se jubila el 30 de septiembre. Esto puede parecer absurdo, pero el absurdo es connatural a quien lleva un par de décadas en el sistema educativo español. Y sin embargo, bien mirado, jubilarse el 30 de septiembre es un placer de extremo refinamiento. Algo así como poner el despertador a las 6 para seguir durmiendo. Le ves al tío paseándose por ahí, como quien está pero no está. Parece que todo empieza de nuevo, pero no. Un horario, unas clases, y todo mentira, todo se esfuma por san Miguel, patrón local, a mayor abundamiento. Es casi inmoral su presencia en los pasillos, transfigurado (todo profesor se transfigura en la jubilación) ante los que van a bregar veinte horas semanales sin paga extra (encima eso), y él haciendo como que tal, probando un poco sólo y luego nada. O quizá no, quizá es un anticipo de la gloria que nos espera después de haber bregado toda la noche, una mala noche en una de las posadas más ingratas. Me pido la jubilación el 30 de septiembre, aunque sea a los setenta y tantos.

__