El titulo responde al motivo que sirve de unión a estas
historias y que es el de mostrar que la religión no tiene nada que ver con la
superstición sino más bien con la razón. Suceden asesinatos que parecen el
producto de una maldición o de una intervención fantasmagórica, y es el padre
Brown el encargado de demostrar que no hay tal, sino una inteligencia que ha
preparado las cosas de tal modo que así parezcan y salga él de rositas. Hay,
por tanto, un criminal avispado que será derrotado por un detective aún más
avispado, como en toda buena novela policiaca, claro. Pero en este caso el
detective habrá de enfrentarse, aparte del asesino, a los que pretenden que
allá donde hay un cura hay un creyente, o crédulo, en toda clase de
supercherías. Precisamente porque parece sobrenatural no me lo creo, viene a
decir el sacerdote de muchas maneras.
Curiosamente en la primera de las historias es el propio
cura la víctima, que resucita al poco tiempo y ha de esforzarse en evitar que
la gente lo aclame y difunda el “milagro” a voz en grito. A partir de ahí nos
las hemos de ver con objetos sagrados, fantasmas, maldiciones familiares o
animales adivinos. La solución es siempre racional, pero hay algo de inverosímil
tanto en la extrema habilidad de los asesinos como en las geniales intuiciones
del padre Brown. Pero son las reglas del juego y el juego resulta muy
divertido.
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